31 julio 2008

¿Hola?

Y es que es bien raro, ¿sabes?, porque yo ya te conozco, o sea, no es tanto que te conozca sino que ya hemos convivido, ¿si me entiendes?, y por eso se supone que la cosa no se trataría tanto de "oye, estoy nervioso, mira" sino mucho más bien de "hey, qué gusto verte otra vez", pero no es así, la cosa es actualmente el mirar el reloj e incluso el calendario y considerar de cuántas maneras distintas se me ha revuelto el estómago hasta ahora pensando en ese momento preciso en el que verte de nuevo ya no sea un momento largamente esperado sino el evento preciso que está sucediendo a todo nuestro alrededor y peor aún dentro de nosotros, porque nosotros ya no es sólo una palabra, sino a lo mejor hasta toda una figura y por eso me siento como que no sé muy bien lo que siento cuando miro tu sonrisa y te brillan los ojos y pierdes la mirada en cualquier punto impreciso y tus labios van de nuevo hacia las mejillas y dices cualquier cosa sólo para disimular que no quieres decir nada, sólo seguir sonriendo, verme como sabes que yo también te veo, seguir siendo tonta, muy tonta, como yo.

Por eso es tan raro pensar en volar y dejarlo todo, despegarse del mundo que es ese "todo" para buscar el mundo que realmente podría serlo "todo" basado en suposiciones tan carentes de bases, tan ausentes de fundamentos lógicos, tan descabezados y puzzleformes, tan parecidos a todo lo bueno que ha sucedido en mi vida, a todo lo que alguna vez me ha hecho feliz. Sí, soy complicado, sí soy tan rubikpoliédrico como siempre, a pesar de clamar que he aprendido mucho y a pesar de sentirme tan feliz siendo infeliz -o quizá por eso- de no ser completamente complicado (aunque por tu culpa ahora tengo un prejuicio nuevo, lo que complica las cosas).

Y es que eres un lugar. Y te he buscado tanto tiempo y he creído llegar tantas veces y nunca ha sido cierto. ¿Será que realmente era una cuestión de especies? ¿Será que era necesario volar para llegar tan alto que por fin estuvieras ahí?

¿Será que todo podría quedar resuelto para siempre, todos los misterios, todas las dudas, todas las noches de morirnos mutuamente? ¿Todo con sólo decir "Hola"?

28 julio 2008

Post en tiempo real desde Vips Rosales

La mesera tardó quince minutos nada más para venir a preguntarme: ¿Te ofrezco algo? Las opciones fueron:

a) No, gracias, es que no me gustan los cibercafés.
b) No, gracias, sólo quería un refugio de la lluvia.
c) No, gracias, esperaré a que te vayas, seguro la mesera del siguiente turno volverá antes que tú.

Pedí café y una hamburguesa (la quiero con mayonesa, sin ketchup y con mostaza), el café llegó en 3 minutos, la hamburguesa sigue en proceso desde hace 20.

Tengo esta mala suerte en Vips de que siempre me toca una mesera distinta. Y no es que roten mucho personal, sino que elijo mi mesa basado en:
a) Que tenga toma de corriente para Abril.
b) Que haya alguien fumando cerca.

Y por ello rara vez repito mesera. Sólo en las escasas ocasiones en que me toca una conocida es que me atienden bien. Sé que es inevitable que influya la forma en que visto. Nueve años de experiencia me han enseñado a no juzgar a priori a alguien joven, solo y malvestido, pero comprendo que las meseras de aquí no sepan hacerlo. Por lo general el mal servicio cambia después de una propina jugosa -memoria de mesero- pero aquí hay veces que ni eso funciona.

Mi hamburguesa llegó. 24 minutos.

************UpDate****************
La hamburguesa sabe a taco, las papas a cartón y el queso a jalapeño. Sería molesto si no fuera porque, como dije irónicamente, me la trajo la mesera del siguiente turno, callándome así la sarcástica boca.

************UpDate Dos*************
Me comí el 75% de la hamburguesa, el 30% de las papas y el 12% del queso. Llevo tres tazas de café. Quiero que la mesera se lleve los platos porque el olor me empieza a dar náuseas. Tengo que terminar el cuento que empecé en la mañana y tengo las palabras tan atascadas que necesito un bulldozer con pala hidráulica para sacarlas.

************UpDate Tres************
Alerten a los profetas: Tengo frío en Julio, en Hermosillo, ¿esos de allá son jinetes? Nos cargó la flaca.

25 julio 2008

Elepés

Sabes que la relación con esa ex fue mala cuando re-organizando el re-organizado cataclismo que es tu habitación, te encuentras debajo de una pila de libros y ropa con este disco y a pesar de no recordar cómo llegó a tu poder lo pones en tu reproductor y todas y cada una de las canciones tienen sentido, te ponen eufórico y una mala mañana te descubres cantándolas a todo pulmón, con los ojos cerrados y los puños todavía crispados con la ira que jamás convertiste en el par de cachetadas que debiste dar a tiempo.

Sabes que no te sirvió de nada la experiencia cuando manejas en tu coche por la avenida más transitada de la ciudad nefasta en la que habitas, con un calor de todos los carajos, tarde para el trabajo, malcomido, peordormido y re-enojado y en un semáforo activas tu reproductor y está puesto el último sencillo de este tipo y para cuando el semáforo vuelve a ponerse en verde, ya te has reprochado mentalmente por lo menos diez veces el que te sepas la letra, y no conforme con sabértela, la estás cantando con tamaña sonrisa de estúpido que los rockeros de la expedition a tu lado te miran con un reproche severo a través de la ventana.

Perdóname, señor.

24 julio 2008

Brindo por eso.

Llueve ligera, muy ligeramente, mientras yo pienso calmada, muy calmadamente, que es un día precioso el que late ahí afuera y pienso también que seguirá siendo precioso aunque te hayas ido quizá para siempre de este pedazo de mi vida que te correspondió por derecho.

Perdona mi temperamento, pero el que te hayas ido no me cambia nada. Saber que existes me bastó por tanto tiempo que, de una manera u otra, tendrá que, tarde o temprano, volver a ser suficiente. Salud por el sabor de los labios que nunca llegaron a ser de mis labios.

19 julio 2008

Pata de perro. Capítulo La Baja.

"Correteando espejismos" es una frase que define muy bien las razones de mi partida a Baja California. La franquicia para la que solía trabajar decidió enviarme ahí para ver si mis pocas o muchas capacidades gerenciales podían ayudar a dos sucursales cuyas ventas andaban flojas. Mexicali, la sucursal más grande de américa latina, fue el primer destino. Ahí me dieron más que nada entrenamiento para hacerlo mejor en las dos tiendas a las que iba destinado: Tijuana y Ensenada. Me ofrecían un muy buen sueldo, bonos, prestaciones, departamento, etc. En teoría era una buena oferta, una posibilidad de ascender en la compleja jerarquía administrativa de la franquicia y, en resumen, un escape de un ambiente del que ya estaba enfermo.

En fin, podría dedicarle varios párrafos a las dos razones muy íntimas que me hicieron aceptar sin una gran reflexión la oferta que llevó mis huesos a La Baja, pero eso no interesa a esta serie de entregas, por lo que paso directo y sin escalas a:

Mexicali: Le tengo rencor a Mexicali. No lo puedo evitar. Sufrí los calores más intensos de toda mi vida (lo cuál es casi gay viniendo de alguien naturalizado Hermosillense), fui por primera vez víctima severa de la delincuencia, trabajé como perro para que terminaran menospreciando mi labor, dormí mal, comí peor, y para chingarla de acabar, tomé la decisión más estúpida (en un largo récord de decisiones estúpidas) que he cometido en mi vida.
Pero estábamos hablando de la ciudad, ¿no? Bueno. Mexicali se me hizo una ciudad esencialmente fea. Creo que es como un niño que creció demasiado rápido y los padres en lugar de comprarle ropa nueva le fueron pegando retazos a su ropa de siempre. El resultado es lamentable: A Mexicali le duelen las costuras, la mancha urbana está diseminada en salpicones, conectados por largos y aburridos caminolibres (freeway, wey) . No hay casi ningún lugar que no apeste, literalmente, elige un punto de la ciudad en donde colocar tu humanidad y aspira hondo: Olerá mal, garantizado. Hay una amplia gama de esencias a elegir, pero todas son malas. Hay mucho comercio, mucho trabajo, mucho trashumante esperando brincarse la rayita geográfica que divide la jodidez del esplendor económico y la remesa prometida y mucho malviviente que ya se resignó a la vida de unos meses aquí y unos meses allá, esperando la deportación.
La gente promedio tiene un perfil no tan distinto a la masa común de mexicanos que habitamos el resto del cuadrante, pero Mexicali tiene una especie particular de gente, aquellos que trabajan del otro lado y viven de este. Es decir, facturan en dólares pero gastan en pesos. No importa el trabajo, no importa si son lame-botas, pero todos ganan "bien" -considerando, repito, que gastan acá-. Obviamente esta gente tiene unas ínfulas tan dolorosas de ver y tolerar como un tumor ocular. Hablan un spanglish malentendido, manejan Hondas, ah, otra cosa, en Mexicali puedes comprar un carrazo con 3 pesos, así que cualquier infeliz maneja un BMW, un Hummer, Escalade o lo que tú quieras, y eso despachando detrás de un mostrador de farmacia o cortando boletos en un cine.

Me caga Mexicali.

Tijuana: Me siento obligado a decir que llegué a Tijuana con un montón de expectativas. El haber tenido a maese Manuel Lomelí como gurú y puerta de entrada al sub-mundo de la blogósfera me colocó a Tijuana como esa ciudad casi mítica en la que las cosas no tenían orillas definidas y en las que se confundían muy bien las posibilidades de la delincuencia y la justicia, lo legal y lo prohibido, el arte, la música, la escena literaria y el culturosismo.
Tijuana no me decepcionó. Los breves paseos por sus calles me bastaron para entender que no se puede entender Tijuana si no se nace y se vive en ella, si no se le ama y se le odia por lo que ofrece y lo que roba, no se puede entender a una ciudad tan bizarra que si uno se detiene en cualquier bocacalle, le da la impresión de no estar mirando una ciudad, sino el dibujo de algún niño hábil, que juega con colores y perspectivas. No tiene nada de simétrica, nada de exacta, es casi una escena de Labyrinth, donde todo cambia cuando uno parpadea.
Ah, sí, en ningún lugar del mundo las putas son tan reales y tan perfectas como en Tijuana. Es el lugar a dónde ir para aprender a construir putas veraces a la hora de narrarlas en prosa. Sólo eso me bastaría para declararme fan de Tijuana, pero también está esa sensación eterna en el estómago de que en cualquier momento alguien va a atravesarte un pulmón con una varilla y a llevarse sus pertenencias llenas de tu sangre. Por lo tanto, me declaro, como todo visitante de Tijuana, ansioso de volver pero renuente a quedarme.

Ensenada: Un clima genial, gente despreocupada, fiesta intensa y rocanrolera todos los días, buena comida, playa, todo eso tiene Ensenada y ni con eso basta para considerarla un buen lugar para vivir. Lamentablemente, el actual Ensenada se construyó pensando en la enorme afluencia de turismo norteamericano, dándole así en toditita la torre a lo autóctono y declarando casi ausente una genuina cultura local. La ciudad es bonita, casi una villa, pero con un comercio que florece, gentes paseando por sus calles a cualquier hora del día y de la noche con una delincuencia prácticamente nula, el centro es prendido a la hora que usted guste y en las madrugadas la fiesta sigue por toda la playa.
Creo que lo mejor que tiene es su gente. Los ensenadenses rara vez están preocupados por algo. Tienen esa sangre porteña, costeña, como se le quiera llamar, que les permite tomar los problemas con juerga y algarabía, pasarla bien, ir por unas cervezas y besarse en todos lados y a todas horas.
Lo único malo es que las procesadoras de pescado hacen que algunas partes de la ciudad huelan de lo peor a ciertas horas y en ciertas fechas.
Ah, sí, nota: Todo mundo parece saber de vino en Ensenada, por lo que es un placer para los enólogos aficionados entablar conversaciones al respecto.

Saludos a toda la gente fabulosa que conocí en La Baja. Y al tipejo que robó mi vieja lap-top: Te sigo buscando, infeliz, algún día arderás en el infierno.

17 julio 2008

Pata de perro. Capítulo Sonora.

Hasta el sol de hoy, este que escribe puede contar que ha vivido en ocho ciudades por lapsos razonables de tiempo, y puede decirles también que, tras todo el proceso, ha terminado por aceptar que las fábulas de Esopo no andaban tan erradas, y que al final, los lugares no son mucho más que las gentes que los habitan. Las ciudades, los pueblos, las pequeñas villas rurales que en esta -la más mi tierra de todas las tierras- son cosa común, van formándose una vibra, una particular acumulación de energías que siempre e inevitablemente, se transmiten a aquel que llega como viajero o como nuevo habitante. De esa vibra deriva la primera sensación cuando uno atraviesa el andén del aeropuerto, las puertas abatibles de la central de autobuses, la portezuela del coche o desciende del lomo del caballo y toca por fin la tierra -esa que no es tanto mi tierra, sino apenas tierra- para saber, para estar casi seguro, de lo que esa ciudad terminará significando en las nostalgias, en el viejo y empolvado álbum de las memorias donde quizá termine por no haber ni siquiera una fotografía pequeña de ese punto específico del mundo.

Así, puedo conversar libremente con ustedes, nutrido lectorio, y darles a grandes rasgos la perspectiva de lo que para mí han sido esos lugares donde he realmente vivido (aclarando que considero el vivir como realmente habitar y no ser simplemente un frecuentador de puntos turísticos. Lo aclaro porque he pasado vacaciones exageradamenta largas en lugares que no mencionaré y no considero que haya "vivido" en ellos. En fin).

Etchojoa: Casi casi mi pueblo natal (en realidad nací en Navojoa, Sonora, lo habité durante 18 horas y luego empezó mi vida en el pequeño pueblo del que hablamos). Etchojoa tiene ese elemento mágico de los lugares donde uno puede vivir sin complicarse mucho. Hay un río que cubre todo un margen del pueblo (como debe ser), hay árboles gigantes que dan sombras generosas en la mayoría de los sitios públicos, la mitad de la gente habla en dialecto mayo con mucha fluidez y la otra mitad cuela palabras en la lengua entre las frases en castellano, dándole a sus conversaciones una musicalidad muy genuina y muy primigenia. Es un pueblo de gentes trabajadoras, hombres serios y muy amantes de la borrachera, mujeres disciplinadas que gobiernan la sociedad mucho mejor de lo que lo harían sus maridos y niños que se divierten mejor que la mayoría de los niños, con mucho terreno, muchas piedras y mucho lodo para jugar. Las abuelas todavía preservan el legado de leyendas que desde siempre han dado origen y fundamento a mi gusto por la literatura. Hay todo un universo de criaturas míticas, seres sobrenaturales y eventos paranormales que ahí son de lo más normal. Es un lugar maravilloso para pasar las navidades comiendo el pavo relleno de la manina y la sopa de elote de mis tías.


Huatabampo: El lugar en el que invariablemente pienso para los recuerdos de la infancia. Viví ahí desde los cuatro años hasta los diecisiete, es decir, la mayor cantidad de años pasados en el mismo lugar. Ahí estudié primaria, secundaria y preparatoria, e hice, por tanto, la mayor cantidad de amigos que he tenido en la vida. Eminentemente agrícola y pesquero, Huatabampo está rodeado de parcelas de cultivo, por lo que al llegar o salir de él, es un placer deleitarse con las grandes extensiones geométricamente precisas de un verde intenso, un dorado metálico, vetas rojas del tomate maduro, blancos nevados del algodón que ya brotó, guijarros de sorgo, mazorcas altivas y orgullosas. La playa está a diez minutos de la ciudad y es un mar sereno, poco habitado, donde uno puede ir entre semana y caminar kilómetros sin encontrarse ni un alma por la arena desde la bahía de Santa Bárbara hasta el puerto de Yavaros. De manera similar a Etchojoa, sus gentes son de bien, mujeres y hombres trabajadores pero eminentemente abúlicos en cuanto a emprendimiento de proyectos. Se trabaja en lo que hay, sea el jornal, el comercio, los oficios técnicos o la burocracia, pero rara vez se inicia algo nuevo. Es uno de los municipios de Sonora con mayores índices de desempleo (por si alguien se preguntaba por qué no regresamos los que salimos a estudiar la carrera). Es un buen lugar para darles infancia a tus hijos.

Hermosillo: Nunca tuve planes de vivir aquí. En realidad se conjugaron cosas malas para que no pudiera irme a Guadalajara al terminar la preparatoria y no empezara medicina a los diecisiete años, como era el plan. De cualquier modo, Hermosillo significó la puerta a la libertad. Habiendo crecido como un niño enfermizo, débil, llorón y hogareño, el shock de la "gran ciudad" fue más bien difícil. Hasta mi segundo año de universitario, cuando me mudé con dos amigos más fiesteros que las hermanas Hilton, en un departamento a media cuadra de los dos antros más populares de la ciudad, empecé a encontrarle el sabor a esas cosas que sólo había imaginado. Trasnochadas, desvelos, caricias censuradas por la iglesia católica y demás lindezas.
Hermosillo es económicamente floreciente, hay muchísima inversión, hay desarrollo inmobiliario creciente, hay una población flotante bastante considerable (lo cual apesta, pero hay que mencionarlo), hay poca agua, hay un calor de los demonios, hay mentalidad retrógrada, cheros, darketos, bohemios, hippies, pachucos, cholos y chundos, chichinflas y malafachas... No, esperen, ya me fui. En general Hermosillo es una ciudad con muchas más ínfulas que realidades. Económicamente apenas empiezan a despuntar jóvenes empresarios con buenos proyectos, socialmente apenas empiezan a salir del siglo veinte y como que asoma al 21, culturalmente llevamos eones de atraso con respecto a sociedades que no tienen mucho más tiempo de reconstruidas y políticamente sigue sumergida en cacicazgos y líderes charros, como la mayor parte de este país en el que deambulamos con más o menos suerte.

Próximo capítulo: Baja California, o "Correteando espejismos"

16 julio 2008

REW/FFW

A ver, ¿por dónde empezar?

¿Por que pasó tanto tiempo sin post? Bueno, multitud de razones. La primera y más importante, hay mucho trabajo, me voy temprano del departamento, regreso tarde y con ganas de cenar algo rápido y dormirme lo más profundamente posible. Además no ha habido así que digamos mucha inspiración para escribir post nuevo, las ideas de mi cabeza han agarrado la fea costumbre de llegar cuando no las puedo concretar y esconderse cuando sí puedo, lo que me deja en un estado de incapacidad creativa del que rara vez salgo bien librado.

El fin de semana fue la segunda presentación de Dos píldoras azules. La dirección de cultura del H. Ayuntamiento de Navojoa me invitó a presentarla como parte de los festejos por el 85 aniversario de la ciudad como municipio de sonora y el evento fue en el Museo Regional del Mayo, que por cierto es un lugar muy agradable y muy desconocido por los que somos originarios de allá. El presidente municipal, como era de esperarse, no fue, sino que mandó representante (una regidora muy guapa, por cierto y muy joven), el director del museo es un tipazo, de esos que desde lejos uno puede decir "ese tipo es un genio" -boina, lentes bifocales, torpe manualmente- y los dos presentadores me cayeron muy bien.

Fue mucha más gente de la que esperaba (incluso en las ciudades grandes este tipo de eventos pasan desapercibidos, imagínense en una ciudad pequeña y sin gran historia literaria), fácil había unas 60 o 70 personas, sin contar a mis familiares, que eran unos diez. Pero el evento en general fue muy agradable, un ambiente íntimo, desenfadado, que nos permitió hablar con campechanería de temas tratados en la novela y dejó que los profesores hicieran preguntas y yo tratara de dar algunas respuestas -las cuales espero hayan sido útiles-.

Y pues ya, después del evento hubo firma de libros, firmé como unos quince, lo cual es un récord personal para un sólo día y luego una exposición de pintura en la sala de exposiciones del museo. Estuve un rato nada más, porque tenía mucha hambre y terminé haciendo mi primera comida del día a las cinco p.m. en la misma pizzería de la infancia. Luego un rápido viaje Cd. Obregón y de regreso a Huatabampo.

El domingo nos fuimos -Ángel, mis papás, un primito de Ángel y yo- a Álamos, llevamos a los niños a un lugar de albercas y parrillas y nos la pasamos muy bien. Un niño empujó a Ángel a una de las albercas hondas y le puse una regañada de esas con mi cara de homicida sicópata que generalmente funcionan muy bien.

Y ya. El lunes muy temprano volví por carretera a este Hermosillo de calor, rutina, trabajo y vuelta a esta realidad donde no soy escritor serio ni vendo libros ni me piden consejos los jóvenes creadores, sino que sigo picando piedra para abrirme camino por la senda de la narrativa.

La semana se siente pesada y el tiempo chicloso. Pero a lo mejor soy yo, no me hagan caso.

****UpDate*****
Ah, sí, por cierto, Marisol tomó varias fotos del evento, se las dejo aquí. Les debo el video, YouTube se rehúsa a cooperar hoy.


10 julio 2008

Bola negra en hoyo tres.

Pasamos la mitad de la vida haciendo las cosas de las que nos arrepentiremos la otra mitad. Deberíamos empezar a vivir desde la segunda mitad y evitarnos así los arrepentimientos, viviendo la vida desde la parte en la que uno ya sabe las cosas que le causarán remordimiento y de las que se sentirá orgulloso y feliz. Las decisiones que se tomen ya no serán imputables ni a la mala suerte ni al designio divino, quitando así toda posibilidad de queja del género humano hacia las fuerzas superiores y borrando de un plumazo -de pasada- el pretexto favorito de los infelices.

Por supuesto, de nada serviría vivir esa vida si uno habita un cuerpo ya en franco declive que no le permita disfrutar de la felicidad y la inteligencia inherentes a nuestra nueva calidad de maestros de la vida plena, así que proponemos también que uno sea viejo la primera mitad de la vida y conforme se acerque la segunda mitad venga también llegando la juventud necesaria para disfrutarla con todos los agregados.

Yo, por lo pronto, me declaro a favor de la propuesta, que leí en algún lado que no logro recordar y que sólo hoy comienzo a entender a carta cabal. Además me da el pretexto perfecto para seguir viviendo mi juventud actual como un anciano anquilosado y en paz con la vida, en espera de la vejez que dará pie -por fin- a mi alocada vida de excesos y rocanrol.

Salud, con absynthe en un old fashion glass con dos hielos y un par de semillas de yuca. El desayuno de los campeones.

05 julio 2008

Acordes.

Tengo recuerdos dudosos de la noche, pero la mañana es esta cosa concreta en la que siento entrar a mi cuarto a mi hermana y su novio, recién llegados del bar -son las 6:30 a.m.- con un genio de los demonios y contando atropelladamente de los eventos de la noche -esa misma noche que yo apenas recuerdo- a mi cuerpo que todavía duda entre atravesar la raya que separa a la vigilia del sueño o quedarse plácidamente en ese episodio detenido en el que el rostro de ella -esa misma ella que ocupa mis noches dormido o despierto- sigue esperando. Cierro los ojos.

Abro los ojos y llega a mi olfato el exquisito aroma del café (un tostado nacional, generoso y ligeramente picante) que yo mismo puse a preparar en la cafetera. Estoy sentado frente a la mesa del desayunador, aunque no sé muy bien por qué. La mañana está nublada y sopla un viento fresco del norponiente, que alegra a los árboles y mejora en mucho mi concepción de las mañanas. Tomo conciencia repentina de que hoy cumplo diez días sin ver el mundo antes de las ocho a.m. Fin de la racha, anoto en la mente. Cierro los ojos.

Abro los ojos y en la sartén se fríen las cebollas, los hongos y las salchichas que rellenarán mi omelet. Pongo leche al café mientras revuelvo un poco aquí y allá con la palita -soy tan feliz cuando cocino, me encantaría hacerlo más- y aumento o disminuyo la intensidad del fuego para darle tiempo a todo de encontrar su punto exacto. Le doy el giro al omelet con un malabar del todo innecesario y terriblemente divertido y lo observo entrar de regreso en la sartén como quien mirase salir de la chistera al conejo que nunca esperó. Cierro los ojos.

Pero esta vez es sólo para aspirar muy hondo y llenarme el cuerpo con el aroma de la mañana, la mañana que sigue nublada -están por darse las nueve a.m.- y alegre, sumida en el único silencio posible en las ciudades -el de motores lejanos, graznidos ocasionales, ladridos precisos- y en cierta forma, también, quieta, esperando. Huele a café, a omelet italiano y apenas un poco a la tierra mojada por la llovizna ligera de la madrugada. Es un día precioso y la sola idea de que lo siga siendo basta por estas horas para sonreír. Cierro los ojos.

02 julio 2008

Un día como yo.

El bar está desierto a las seis de la tarde. Los muchachos comen slappy joe's que René preparó (el ocio en un cocinero generalmente deriva en algo delicioso, lástima que los escritores no tengamos esa suerte) y beben coca colas en vasos congelados mientras ven La Pantera Rosa -la de Steve Martin, no la genialidad de Fritz Freeleng- en las pantallas de la barra. Es un miércoles tranquilo, el calor ha bajado un poco y la lluvia que se sigue negando es apenas una promesa irrisoria en el horizonte.

Leo un poco el diario, camino medio intranquilo -hoy hay una zozobra en mi mente que ayer no estaba-, hablo un poco con mi gente, que está de un humor bastante llevadero, recibo proveedores, hago todas las cosas que normalmente no hago, porque hoy es un día raro. Así nada más.


Dentro de un par de horas me iré a casa, donde seguro hay una pila de trastes sucios que hay que lavar, un cuarto que no puedo seguir dejando tan desordenado, un refrigerador que ya parece convención de veteranos de la guerra de Alejandría y muchas horas que se deslizan entre buscar la manera de torcerle el cuello al cisne de mi libro de cuento y entender la ciencia exacta de desarmar la bomba de un amor.

Es un día raro. Así nada más.

01 julio 2008

Regresiva (outro)



VI
Resignación
y un cigarrillo
para volver a comenzar
tomar la pluma
la hoja en blanco
y retratarnos sin mirar.

VII
Fotos vacías
vasos rotos
y una palabra desigual.
Miradas frías
labios rojos
otra mujer que se nos va.

VIII
Calles de noche
que destellan
brillos de lluvia en la avenida.
Viento que duele
y un poeta
con voz de láminas lascivas.

IX
Te mueres fácil
de suicidio
de motu propio
qué mas da
Si ya no sabes
si vivías
o eras un personaje más.

X
Tal vez después
vacío de besos
dejes morir tu cuerpo herido
Despertarás
verás delirios
y corazones enemigos.

Regresiva (intro)



I
Tal vez después,
vacío de besos
deje morir mi cuerpo herido.
Sólo tal vez,
pues los lamentos
me dejan laxo, fallecido.

II
Quizás un día,
vacío de noches
deje mi insome recorrido.
Quizás jamás,
pues no morir
y despertar son parecidos.

III
Ya no sé si
tras las palabras
se esconde un fondo de dolor
Es tan vacío
esto del loco
que escribe por desilusión.

IV
O si pensar
que algo se mueve
por el mensaje de un poema
Es tan absurdo
como el que odia
o de salvarse desespera.

V
Y sin embargo
qué nos queda
de la sublime maldición
de que una musa
nos acose
y fustigue sin compasión.