Gustavo "Guffo" Caballero, publicó hace un par de días en su muy recomendable blog sobre la inevitabilidad de la soledad en las vidas de aquellos que nunca se resignarán a ser estúpidos.
Y yo aprovecho el pretexto para retomar un tema sobre el que no hace mucho escribía aquí mismo y que, si no recuerdo mal, abordé en aquella ocasión en palabras de Shaw: Ignorance is a bliss.
La cita aparece también en el nudo dramático de Matrix, cuando Cypher entrega la locación de Morpheus, Neo y los demás rebeldes a un lacónico agente Smith mientras engulle con placer un jugoso filete mignon y bebe una copa de pinot noir. En el sentido tecnogeek de la película, Cypher sabe perfectamente que ni el filete ni el vino existen fuera del código informático operado por la Matrix que le dice a su mente que efectivamente el filete es tierno y delicioso y el vino es robusto y amargo. Pero eso no importa, si la capacidad sensorial registra que la carne es masticada, el vino es bebido, el estómago es satisfecho.
La ignorancia es felicidad.
De esa misma manera, extrapolando el comentario al país, a nuestra situación económica, a las perspectivas sociopolíticas en el corto y mediano plazo, uno quisiera, anhelaría ser un perfecto ignorante para no darse cuenta de cómo las piezas están puestas para que aquellos que hoy, a 24 horas de terminarse el 2009 están jodidos, muy pronto, en algún punto del 2010, estén mucho peor.
Nadie se haga ilusiones de un año mejor. Será mejor, sí, para aquellos que tienen el privilegio de un buen trabajo, la capacidad monetaria para no preocuparse demasiado porque en enero aumentará el precio de la leche, el maíz, el pollo y pescado, los huevos; subirá mucho más la cerveza, los cigarrillos; para esos pocos, muy pocos (menos del 10% de la población de esta patria nuestra) quizá quepa la posibilidad de un año mejor. De un Feliz año nuevo.
Para todos los demás, el 1 de Enero próximo, viene envuelto en facturas, pagarés, notas de casas de empeño y esquelas de defunción.
Ni soy un pesimista ni lo he sido jamás, pero me precio de buscar la objetividad a toda costa en la mayoría de los asuntos de la vida. Más allá de mis pasiones, que no son pocas ni relevantes, pienso que hay que tratar de ver las cosas en su justa medida. Que existen el bien y el mal. Que el amor y el miedo son perfectos antagónicos y que hay pocas cosas tan susceptibles de ser despreciadas como la vida de un ser humano.
El problema radica en que la sociedad como ente ha encontrado la forma perfecta hacia la insensibilización. ¿La fórmula? Se las dije hace unos renglones: Ignorancia. Buscarla como se busca refugio bajo un tejabán si la tarde se pone lluviosa. Buscarla como se busca un taxi cuando el tiempo avanza más rápido que las piernas. Como se busca un café por la mañana. Como algo que no es completamente bueno, pero resulta necesario para subsistir.
Ejemplifico sin ser terriblemente específico y consciente de que voy a citar un trilladísimo cliché. Son las 3 de la tarde, uno llega del trabajo, enciende la televisión mientras el horno calienta la comida y empieza el zapping. El canal X presenta un noticiero vespertino en el que un presentador obsesionado con la fonética de merolico judío grita a la pantalla sobre la más reciente tragedia en Gurmekistán, donde la hambruna mata a 120, 000 niños al año. Zapping al canal Y donde un inglés mala leche recorre ciudades exóticas probando los manjares locales y hablando sobre las costumbres de los nativos y la cultura autóctona. Zapping al canal Z, donde una ex estrella de un ex grupo de ex rock ochentero, ya acabado por la vida y con muy poca dignidad para salvar, observa a una docena de veinteañeras de tetas sintéticas y jeans ajustados pelear por ganar sus favores.
Tómense un momento para sincerarse con ustedes mismos y traten de ser lo más honestos posibles al responderse la siguiente pregunta: En una muestra de sus 10 amigos más cercanos, ¿Cuántos dejarían el canal X, cuántos el Y y cuántos el Z?
Ahora, si tenemos suerte, la respuesta personal de algunos de ustedes que ahora leen esto, será: Yo prendería el DVD y/o le pediría al dios del internet que me ilumine la tarde. Eso está bien. 3 horas de Facebook está mal. Myspace, Messenger, el 95% de Twitter que está destinado a decir: me estoy haciendo unos molletes, también está mal.
No es cuestión de opiniones ni de criterios: Está mal. En el mundo hay COSAS QUÉ HACER. El ocio no está justificado. Los medios de exposición masiva no han acercado a la gente, todo lo contrario. El espejismo de tener 200 contactos de Facebook es sólo eso, una ilusión. Nadie tiene tantos amigos, ni tiempo para disfrutarlos a todos. Las redes sociales son otra manera de enmascarar una soledad interior que irónicamente, en esta década, ha aumentado exponencialmente la soledad de los que poblamos este país y este planeta.
Entendámoslo: la tecnología, el internet 2.0, las redes sociales, no son el demonio. Nuestra estupidez al aprovecharlos, nuestra cortedad de miras y sobre todo nuestra escasa, escasísima ambición son los que nos han condenado y lo seguirán haciendo durante al menos una generación más, a ser un pueblo retrógada, ignorante, oscurantista y agachón, al que se le puede asesinar, secuestrar, subir impuestos hasta niveles impagables, vender automóviles y casas a precios estratosféricos y aún sigue pensando que es un héroe por poder pagarlos.
Despierten, gente, nos estamos dejando morir. Les deseo un 2010 de profunda reflexión interior. El mundo seguirá ahí afuera, esperando que dejes de subir las fotos de la fiesta del viernes y empieces a preocuparte por abrazar a tu hermano.
Feliz año nuevo, para aquellos que así lo decidan.
30 diciembre 2009
23 diciembre 2009
14 diciembre 2009
Proyectos para cerrar el año, notas sueltas, et caeteris.
Es bien común que lleguen a mis ojos y oídos quejas amargas sobre el sistema cultural mexicano. Quejas que van desde la inoperancia, ineficiencia e inexistencia de programas de alcance universal que lleven la cultura hasta donde debe llegar, hasta los sistemas de repartición de beneficios, la carencia a nivel local de foros, plataformas y ofertas para mostrar el trabajo de creadores no consagrados.
Supongo -es mi deber- que algunas, muchas, de esas quejas tienen fundamento en la experiencia personal de aquellos que las emiten. Es notorio que cada quién habla de la feria según le va en ella y debe ser difícil elogiar a un sistema o a un programa que le niega a uno el beneficio solicitado. En mi caso, este año ha sido de contrastes.
Por un lado, el Instituto Sonorense de Cultura nos regaló un taller interesantísimo del que ya les hablé. La A.C. Cison nos regaló otro taller igual de interesante sobre un tema radicalmente distinto. Poco antes de eso, CONACULTA, a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONCA, nos había dado un rotundo no a la propuesta que junto a mi socio Joel Gastélum presentamos al comité.
Obviamente, cuando uno aspira a un fondo que significa recibir cinco mil pesos mensuales durante un año, uno debe saber que va a tener competencia. Uno no es ni de lejos el único -ni el mejor- creador que han parido los dioses. Uno entrega el mejor proyecto para el que le dan las capacidades y espera que el comité lo bendiga con la misericordia de su dedo mágico. Pero a veces no lo hace y en esos casos uno debe callarse la boca y seguir trabajando para mejorar y tener una propuesta que sea más viable, más interesante, de mayor calidad y atractivo.
Fue el caso, supongo, de ese proyecto. Tanto Joel como yo decidimos tomar ese NO como lo que era, una simple prórroga a un proyecto que tarde o temprano se realizará. ¿Por qué? Porque es bueno, es viable, es atractivo y será fácil de vender. Es simple. Recibir ese no, más que un desencanto, fue un fuerte empujón para seguir con otros proyectos que habíamos detenido.
Fue así como Joel inició su largamente postergado proyecto para consolidar su portafolio fotográfico (del que espero tenerles noticias pronto) y yo, en mi proyecto personalísimo, pude avanzar hasta tener una propuesta concreta, mesurable, bien estructurada, para la que será mi siguiente novela.
La semana pasada, durante el tercer día de mi viaje decembrino a Guadalajara, recibí la llamada que me confirmó que habíamos tomado una buena decisión siguiendo el trabajo. Mi proyecto recibió la aprobación del comité del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y estará becado durante todo el próximo 2010. Esto, por supuesto, supondrá la realización disciplinada y responsable de una obra literaria con la que yo estoy completamente casado. Hay todo un equipo, un genial equipo de gente que se ha comprometido junto conmigo para llevar la nave a buen puerto y no tenemos ninguna duda que de ello resultarán grandes cosas. Ya les estaré contando.
Y bueno, sirva esto de preámbulo para contarles que estuve en el fin de semana de cierre de la Feria Internacional del Libro en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Un evento monumental, con más de 200 casas editoriales del país y del mundo, con las visitas de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Jis y Trino, Carlos Monsiváis y un largo etcétera. Me gasté todos mis aguinaldos en bellos y olorosos libros nuevos, lo que aumentó el número de pisos de mi mesa de lecturas pendientes a niveles insospechados, y además sirvió como un útil pretexto para ir a caminar las nostálgicas calles de Guadalajara, esa ciudad con la que tengo un romance tan nocivo como terapeútico.
Hay mucho que contar, claro, pero no es el mejor día ni el mejor ánimo para soltar aquí la pluma. Tomémonos mejor un día de estos un café y hablemos largo rato, ¿Les parece? Reciban un abrazo.
Supongo -es mi deber- que algunas, muchas, de esas quejas tienen fundamento en la experiencia personal de aquellos que las emiten. Es notorio que cada quién habla de la feria según le va en ella y debe ser difícil elogiar a un sistema o a un programa que le niega a uno el beneficio solicitado. En mi caso, este año ha sido de contrastes.
Por un lado, el Instituto Sonorense de Cultura nos regaló un taller interesantísimo del que ya les hablé. La A.C. Cison nos regaló otro taller igual de interesante sobre un tema radicalmente distinto. Poco antes de eso, CONACULTA, a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONCA, nos había dado un rotundo no a la propuesta que junto a mi socio Joel Gastélum presentamos al comité.
Obviamente, cuando uno aspira a un fondo que significa recibir cinco mil pesos mensuales durante un año, uno debe saber que va a tener competencia. Uno no es ni de lejos el único -ni el mejor- creador que han parido los dioses. Uno entrega el mejor proyecto para el que le dan las capacidades y espera que el comité lo bendiga con la misericordia de su dedo mágico. Pero a veces no lo hace y en esos casos uno debe callarse la boca y seguir trabajando para mejorar y tener una propuesta que sea más viable, más interesante, de mayor calidad y atractivo.
Fue el caso, supongo, de ese proyecto. Tanto Joel como yo decidimos tomar ese NO como lo que era, una simple prórroga a un proyecto que tarde o temprano se realizará. ¿Por qué? Porque es bueno, es viable, es atractivo y será fácil de vender. Es simple. Recibir ese no, más que un desencanto, fue un fuerte empujón para seguir con otros proyectos que habíamos detenido.
Fue así como Joel inició su largamente postergado proyecto para consolidar su portafolio fotográfico (del que espero tenerles noticias pronto) y yo, en mi proyecto personalísimo, pude avanzar hasta tener una propuesta concreta, mesurable, bien estructurada, para la que será mi siguiente novela.
La semana pasada, durante el tercer día de mi viaje decembrino a Guadalajara, recibí la llamada que me confirmó que habíamos tomado una buena decisión siguiendo el trabajo. Mi proyecto recibió la aprobación del comité del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y estará becado durante todo el próximo 2010. Esto, por supuesto, supondrá la realización disciplinada y responsable de una obra literaria con la que yo estoy completamente casado. Hay todo un equipo, un genial equipo de gente que se ha comprometido junto conmigo para llevar la nave a buen puerto y no tenemos ninguna duda que de ello resultarán grandes cosas. Ya les estaré contando.
Y bueno, sirva esto de preámbulo para contarles que estuve en el fin de semana de cierre de la Feria Internacional del Libro en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Un evento monumental, con más de 200 casas editoriales del país y del mundo, con las visitas de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Jis y Trino, Carlos Monsiváis y un largo etcétera. Me gasté todos mis aguinaldos en bellos y olorosos libros nuevos, lo que aumentó el número de pisos de mi mesa de lecturas pendientes a niveles insospechados, y además sirvió como un útil pretexto para ir a caminar las nostálgicas calles de Guadalajara, esa ciudad con la que tengo un romance tan nocivo como terapeútico.
Hay mucho que contar, claro, pero no es el mejor día ni el mejor ánimo para soltar aquí la pluma. Tomémonos mejor un día de estos un café y hablemos largo rato, ¿Les parece? Reciban un abrazo.
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