29 septiembre 2009

paradojas

Una de las más curiosas es que entre menos tiene uno qué decir, más tiempo y más palabras se demora en decirlo.

21 septiembre 2009

(De)Generación.

En su amenísima novela Pixie en los Suburbios, Ruy Xoconostle hace una referencia bien interesante hacia un rasgo ditintivo de la gente nacida a mediados de los 70: Somos la generación que le pone nombres a las otras generaciones.

Efectivamente, los que rondamos la treintena pertenecemos a una época que sufrió de lleno la dicotomía de ser bendita y maldita por el boom del acceso al conocimiento y la repentina terrenalización de la ciencia y la tecnología. Quienes apenas ronden su segunda década sobre la esfera azul llena de basura que tenemos por planeta no pueden decir lo mismo, dado que prácticamente nacieron en un mundo que ya funcionaba así.

Sólo a algunos de nosotros nos tocó ver la desaparición paulatina del trompo y el yo-yo, la cuerda y la matatena, cediéndole su lugar al tamagotchi y sus nietos los pokémon. Presenciar la muerte de la casita del árbol y al nacimiento de las salas de chat; sólo a unos cuantos no nos pasó desapercibido que de pronto los niños de la otra cuadra ya no eran El Cochi, El güero y La pecas, sino El Neo, El Matrix17 y la SexyRedGirl, como sus nicknames afirmaban.

México tenía en 2005 una población de 103 millones de personas, de las cuáles 23 millones son usuarios cotidianos de internet y por ende tienen acceso a un caudal virtualmente ilimitado de bases de datos. Literatura, Cine, Tutoriales de cualesquier tema técnico y científico, música de todo el mundo en cualquier género. Vamos, ¿Cuántos de ustedes que leen esto ahora no hicieron una tarea de 25 páginas en 10 minutos, usando sólo Google, Yahoo, Wikipedia y algún par de otros websites? ¿Quién de ustedes no sabe lo que es un copy/paste? ¿Cuántos segundos demoran en decidir entre buscar en el diccionario o buscar en internet cuando no saben el significado de una palabra?

Somos una generación dependiente. Somos, también, una generación decadente. Lo digo una vez más por los que pasamos el cuarto de siglo, los menores no pueden quejarse: Nunca tuvieron oportunidad. Los que tuvimos el privilegio de tener que inventarnos los juegos en lugar de simplemente iniciar un motor de búsqueda que nos pusiera a la mano un salón de billar, un tablero de ajedrez con rival computarizado, un scrabble en línea y tantas otras linduras (Estoy viendo hacia ti, Muffia), y que tuvimos que rompernos la cabeza creando veinte juegos distintos que usaran la misma lata llena de piedras como herramienta principal, o basábamos nuestro prestigio en cuántos trompos habíamos roto a picotazos y no en cuántos Followers tenemos en Twitter. Esos, Nosotros, somos los que deberíamos ser llevados a una isla y luego fustigados hasta las lágrimas.

Nos dejamos vencer muy fácilmente. Nos sedujeron las posibilidades. Creímos en la aldea global, en el intercambio de información, en el aprender el sistema para luego derrotar al sistema. Hemos descubierto que el sistema nos rebasa. Creíamos que éramos rebeldes por despreciar a Gates y a Microsoft, corrimos hacia Linux, pensamos en golpear a los gigantes y lo único que conseguimos fue creernos las patrañas propias. Cada dólar que le negamos a Microsoft se lo regalamos a Apple. Cada vez que enviamos un mensaje de texto desde el Nokia destartalado hicimos un peso más rico a Carlos Slim.

Nos vencieron sin pelear. Nos vendieron necesidades y les creímos como los niños que éramos. Compramos nuestro celular, nuestra computadora y nuestro auto. Nos dieron el poder de la tarjeta de crédito y las compras en línea. Se burlaron de nosotros pagando la filmación de Trainspotting y Fight Club y diciéndonos en la cara la clase de sodomización a la que estábamos siendo sometidos. Nos vendieron Matrix mientras revisaban nuestros estados de cuenta y decidían de qué forma nos exprimirían al día siguiente y nosotros no sólo llenamos los cines, sino que compramos la edición especial en DVD y luego creamos una segunda mitología en torno a la mitología.

Nos enojamos con el mundo leyendo Mafalda, pero lo calmamos comprando algo más en el mismo Sanborns donde estábamos. Gritamos consignas en las marchas contra el imperialismo, pero marchamos usando converse y Levi's como todo el mundo alrededor.

Nos derrotaron. Hemos de lamernos las heridas antes de dormir. Despertaremos y procuraremos darnos prisa para checar tarjeta en la oficina antes de que terminen los quince minutos de tolerancia. Pasar las siguientes ocho horas jurándonos que falta poco, que dentro de unas semanas será la última vez. Tan sólo hay que terminar de pagar la casa, el auto, el nuevo blackberry y la pantalla. Ya casi estamos fuera, casi estamos listos para volver a luchar.

05 septiembre 2009

Crónica de una crónica anunciada.

Me enteré por Edith Cota -Encargada de prensa del ISC- que Arturo Mendoza planeaba dirigir un taller de periodismo cultural en esta calurosa ciudad. Mendoza fue editor de Milenio Diario, Revista Chilango, Emeequis y un par de otras importantes publicaciones, así como guionista de 3 películas 3 del cine nacional (con Bolado Films). Su obra publicada puede conseguirse en casi cualquier librería grande y es, sin duda, uno de los grandes en el medio en el que uno empieza a desenvolverse tímidamente (en realidad no es tímidamente pero me gusta sonar modesto).

Sobra decir que tan pronto recibí la información me anoté en la lista de talleristas y un par de días después recibí el temario en mi correo. "Claves del Periodismo Cultural: Instrucciones para cultivarlo y desafiar". Así nombró Mendoza el curso y a mí me pareció bastante acertado a juzgar por lo visto en estos cuatro entretenidos días de trasnocharme (mis horas de sueño normalmente inician a las 4 am, el taller a las 9am) y tomar mucho café y comer kilos de galletas a cuenta de CONACULTA.

Por cuestiones de la vida no pude estar el primer día, pero me incorporé al segundo ya con un tema a medio trabajar. La dinámica era presentar tu tema el primer día y enviar un primer avance por la noche. Dicho esto, el martes que me presenté por primera vez, ya llevaba leídas las propuestas de los dos talleristas que enviaron sus trabajos. El debate fue bastante entretenido y creo que a todos nos pareció iluminador el pequeño arsenal de trucos efectistas que Mendoza fue sacando de las mangas de su saco (sí: saco en verano, en Hermosillo, el hombre tiene pedos) para mejorar los textos tanto en lo estructural como en lo que toca a su impacto en el lector.

El grupo fue una cosa de lo más interesante por su pluralidad multidisciplinaria. Teníamos dos fotógrafas -Edith Cota y Esperanza Barrón- interesadas sobre todo en el aspecto gráfico del periodismo cultural. Un músico -Emmanuel Cobos- de la escena indie nacional, cuyo trabajo fue convirtiéndose poco a poco en lo que bien podría ser El manifiesto indie. Tuvimos también una pareja de licenciados en literatura -Magdalena Frías e Iván Camarena- que dieron un innegable aporte teórico-filosófico a la construcción de los textos. Josué Barrera, sicólogo según su título universitario, narrador según su oficio cotidiano, aprovechó la experiencia que le han dado sus dos libros de cuento y la dirección desde hace cuatro años de la Revista La Línea del Cosmonauta, para dar un enfoque técnico, artesanal, a la observación de las lecturas y a la crítica. El Doctor Manuel Santillana, tengo qué decirlo, fue un elemento bien importante en la dinámica: el que más mandaba textos, el que siempre tenía un comentario, el que más contó anécdotas y el que más cosas hace. Locutor, Conductor de televisión, Médico Familiar, director del cineclub, Novelista, Periodista y muy probablemente sea Batman por las noches.

Completamos el círculo Joel Alejandro Gastélum, mi socio, y este que les escribe. Creo que en un principio fuimos los más fuera de lugar: Un comunicólogo interesado en hacer cine y un Abogado metido a Literato. Pero para el tercer día ya nos apodaban "Los tigres del diseño" (cortesía de Santillana el apelativo), por la pasión tecnológica del Joel y el empuje creativo de acá este servidor de vosotros.

Para el final del ciclo ya teníamos casi amarrados dos proyectos nuevos en los que empezaremos a trabajar la próxima semana y que nos tienen bastante ocupados en estos días.

¿Resultados? Les van:
1.-Dos crónicas muy bien insinuadas sobre los trágicos eventos del 5 de Junio, cortesía de Magdalena Frías y Josué Barrera.
2.-Un estructurado ensayo sobre las implicaciones morales, sociales, políticas y emocionales del mismo lamentable suceso en letras de Iván Camarena (por cierto ganador del Estatal de Cuento en 2008);
3.-El esbozo de una colección fotográfica titulada La Mesa, de Esperanza Barrón, cuya temática gira alrededor de dicho mueble como elemento unificador de la estructura familiar y de encuentro con uno mismo a la hora de las viandas;
4.-El manifiesto indie
, de Emmanuel Cobos, que resulta un documento divertidísimo de leer y que a cualquier melómano le hará asentir complacido.
5.-La fundación y uso corriente de los nuevos paradigmas generacionales: La generación teclado y la generación olivetti.
6.-Una profunda reorganización de mi cuentario Equívocos y Ficciones, que sufrió un Extreme Makeover y está quedando más chulo que el Pano Salido.
7.-Un par de magníficas ideas para el titánico esfuerzo que está haciendo el Joel con su trabajo sobre la deformación del lenguaje cortesía del internet.

Ojalá hubiéramos tenido más tiempo para aprovechar a Mendoza; estoy seguro que se hubiera concretado un sabroso libro de aportaciones multitemáticas difícil de evitar para cualquiera que esté tangencialmente interesado en la cultura en el estado. Anoche en el cóctel de despedida me enteré de que regresa en un par de semanas y ya todos lo amenazamos con tenerle algunos textos esperando para entonces. Sobre aviso no hay engaño, maestro.

Por cierto, ¿ya les dije que en tres semanas me voy a Cuba? ¿No? Ah, bueno, entonces a lo mejor no quiero decirles.

Bueno, no hubo post del taller...

Pero eso fue sólo porque el taller terminó convirtiéndose en algo muy distinto (buenísimo, pero distinto) de lo que pensábamos que sería. Fueron cuatro días geniales de intercambiar idearios y opiniones con gente de mucho talento y bagaje cultural.

Mis agradecimientos al Doctor Manuel Santillana, Emanuel Cobos, Magdalena Frías, Iván Camarena, Josué Barrera, Edith Cota, Esperanza Barrón, Joel Alejandro Gastélum y el bato que nunca supimos cómo se llama pero que dijo que yo soy muy guapo, por la retroalimentación diaria, la crítica sana, el debate malpedo e incluso por el pleito leve en ciertos temas. Agradecimiento muy en especial al coordinador Arturo Mendoza Mociño (por mucho el tipo más cabronamente culto que yo haya conocido) por las cuatro horas diarias de dato tras dato tras dato sobre obras, autores, momentos históricos y sucesos definitivos de la historia de la humanidad.

He dormido 16 horas en 4 días, pero de verdad que lo volvería a hacer.

En un post posterior les contaré con más detalle las peripecias de los talleristas, el contenido del curso en sí y los positivos resultados de haber asistido para mis proyectos a corto plazo. Por ahora creo que optaré por dorm...

04 septiembre 2009

Gracias, Frida.

Nomás gracias, ¿qué mejor cosa puede haber para decirte?

01 septiembre 2009

desde el taller de periodismo cultural de Arturo Mendoza.

Posteando con ayuda de la red del hotelote que está enfrente, nomás pa recordarme que no se me olvide postear sobre este mismo taller, laters....