22 abril 2009

De por qué no fui maestro.

Bueno, o sea, sí fui, pero nada más un ratito y, o sea, de inglés, ni al caso, ¿Qué tiene de difícil enseñar inglés? Digo, a mí me lo enseñaban en la prepa maestros que ni siquiera sabían el significado de la palabra Behaviour (y que además la pronunciaban "bijéibor") ¿Cuál puede ser el nivel de exigencia?

Pero luego, el tiempo, las malas compañías y las peores decisiones me llevaron a escribir, y escribir me llevó a publicar, y publicar me llevó a ser tomado por escritor serio, y eso me llevó a Navojoa...

Bueno, me perdí. El punto es que en algún lugar entre publicar mi novela y sacar algunos articulitos aquí y allá, me surgieron un par de ofertas para impartir talleres de creación literaria, lectura comparada, novela hispanoamericana, entre otros temas más áridos. La última de esas ofertas fue para ser maestro regular de literatura en una preparatoria privada de esta hermosa (no) y caliente (muy) ciudad del sol.

He de decir que la oferta de inicio siempre me ha resultado tentadora. Pero como todas las ofertas que de inicio me parecen tentadoras (como las de Enlarge your penis que suelen aparecer en mi bandeja de entrada de jotméil) al poco tiempo me hacen buscar el truco. Y el truco con esta oferta (la de ser maestro, no la del penis, aunque también) es el futuro.

Eh, tranquilos, no me refiero al futuro económico, ser maestro es EL trabajo en este país de mierda donde los sindicatos hacen lo que les da la gana, nadie paga sus préstamos y muy pocos obtienen créditos jugosos. Los maestros tienen un sindicato grandísimo (y puerco como pocos), acceso a todo tipo de créditos (vivienda, automóvil, vacaciones) y además tienen laaaaargos períodos de rascarse las pelotas (o lo que sea que se rasquen las mujeres cuando no las vemos).

Así que no, no va por ahí la cosa. Verán: yo tengo un defecto (en realidad, 2 millones 450 mil 827 defectos, pero voy a hablar nomás de uno, por pura modestia) y ese defecto es que soy bien mamón. No quiero decir que sea mamón-mamón de esos que dicen O sea wey es que yo soy super cool y cero mamón, sino peor aún, mamón de los que dicen Es que yo soy bien mamón. Mi mamonería (o mamonés, mamonismo, mamonancia o como-carajos-se-diga) consiste en que creo que existe una forma correcta y muchas formas incorrectas de hacer ciertas cosas. Si yo fuera maestro, exigiría, a precio de chingó-a-su-madre-tu-semestre que las cosas en mi clase se hicieran de la primera forma.

Ya quisiera ver a toda la bola de (ch)emos y preppies viéndose obligados a leer a Dostoievsky en 3 semanas y entregar luego un reporte de lectura. O explicando el uso de la forma en la obra de Rulfo. O haciendo una síntesis de quince cuartillas de Los miserables durante las vacaciones de verano. Y una mierda. Y además, con la ortografía que se carga el 97% de los preppies que he tenido la malafortuna de conocer, les iba a dar con sus reportes en la cara estilo bofetada de padrastro para luego ponerlos a hacer planas y planas de las palabras mal escritas. Sí, como en la primaria de donde nunca debieron salir.

Obviamente sería electo profesor más odiado del semestre por aplastante mayoría y, vamos, no me gusta acumular mal karma. Por eso dejé el litigio, ¿saben? y me conseguí un trabajo que hace a la gente feliz y contenta y por el que todos me quieren, me cocinan galletas y me invitan a 800 fiestas al año (el año pasado hasta fui a una y todo, súper social).

La semana pasada le acomodé una regañiza marca varejón a la Flaca-del-demonio porque me dijo que acababa de empezar a leer El alquimista (todavía me tiembla un ojo). Le prometí llevarle un libro decente esta semana para que no ande cometiendo esas barbaridades, pero confieso que me quedé con las ganas de aplicarle un correctivo más adecuado. Mi hermana menor terminó hoy a las 5 a.m. a Enrique Serna y empezó hace un par de horas a Mario Benedetti. Yo sé que ustedes querrían eso para sus hijos, pero la verdad, hoy no seré su héroe.

Al menos no en esta ciudad donde ni de loco voy a trabajar usando uno de estos que, como es sabido, todo maestro decente y oldschoolero como yo, debe usar siempre.

¡González! ¡Deje de picarse la nariz o le voy a enterrar ese lápiz hasta el aracnoides!

3 comentarios:

Mafalda dijo...

jajaja la vdd me hiciste reir por momentos...


Te diré algo... yo soy maestra .. bueno soy psicóloga pero en el magisterios pss todos semos maestros.. atiendo a niños especiales... mi hermano es maestro de ciencias... le dicen
" el ogro"... es un mendigo maldito... pero sus alumnos aprenden... y al final se ha convertido en el mejor amigo que algunos gandules adolescentes pueden tener en la vida...

todo tiene su pro y contra

todo tiene su karma bueno y malo...

el punto es hacer lo que te gusta.. y ya... Al menos eso creo yo =)

Anónimo dijo...

Jajaja recuerdo que en alguna etapa de mi infancia pensé en serlo, pero creo que sería algo parecida a ti, me iban a hartar y luego no respondo. Me da mucha cura cuando la razita promedio se siente muy 'culta' porque está leyendo a Paulo Cohelo, el otro día una persona me dice - recomiéndame un libro- Y yo- ¿Qué te gusta leer?- Contesta - Pues acabo de terminar el de 'Verónica decide morir y me compré el alquimista'- Y yo con ganas de abofetearla jajaja. Saludos ;)

Char dijo...

Jajaja, eso de ser maestro puede ser divertido, yo la pasé muy bien. Me sentaba con un café y mi lapicito rojo bien afilado para marcar los errores ortográficos, reprobé a varios por esto nada más. También una vez me salieron con la mamada de que las lecturas eran harto difíciles y que si mejor no les hacía un resumen (en primer semestre de la universidad), hice tal berrinche que lo único que atiné a contestar es que a mí me podían pedir lo que quisieran menos que los tratara como estúpidos, supongo que les quedó claro porque dejaron de inventar babosadas.
Ser maestro puede ser divertido, siempre y cuando te dejen ser maestro como tú quieras y no como te digan.