17 agosto 2010

Bestiario

Tengo una amiga que es flaca, morena, de ojos grandes y boca de labio grueso. Dientes grandes y muy derechos por obra de años de aparatos correctores de la sonrisa. Mi amiga usa sombreros ridículos y ropa que de ninguna manera podría ser considerada como combinación. A mi amiga le gustan los clásicos griegos. Le gusta citar a Hesíodo en medio de una plática casual y poner en tela de juicio si Demóstenes era mejor poeta que Homero (pista: si). Mi amiga tiene un empleo estupendo en el gobierno y si usted la observa en su oficina, notará que viste un impecable uniforme hecho de traje sastre y blusa formal con el orondo escudo del Nuevo Sonora (ahora con 25% más funcionarios ineptos). Mi amiga es enemiga jurada de peines y cepillos y su cabello es una oda al cubismo en su estado más puro.

Tengo una amiga que vive en un pueblo pequeñísimo donde uno sólo va con afán de comer platillos típicos, observar lindos paisajes y quizá vivir los últimos años de su vida, si es norteamericano. Mi amiga prepara tragos en un bar todas las tardes. Es morena, de ojos grandes y lindos y nariz pequeña y graciosa. La típica belleza mestiza. Y si uno la observa en su trabajo piensa, casi indefectiblemente que es una pueblerina que mantiene a un trío de escuincles preparando cocteles en ese bar. La verdad es que es una Socióloga apasionada, con una especialidad, varios años de trabajo en la sierra y en la selva, y que puede citar una cantidad escalofriante de obras y estudios cuyos autores tienen nombres todavía más escalofriantes. Una mujer para la que términos como análisis fenomenológico a través de la revisión casuística le son tan comunes como a ustedes el botón de "me gusta" en feisbuk.

Como pueden ver, a mi vida no le faltan personajes, ni tramas, ni motivos para ser fan del humor negro. Y lo soy.

Pero hablando en serio. Poco a poco han ido saliendo de mi vida, de mi cotidianeidad, las personas cuyo relato más interesante consta de describir sus quehaceres diarios. Sinceramente, lector(a) querido(a), a menos que vos seáis un cazador de pterodáctilos robot, un notable ingeniero genético, una prestigiada dominatriz, es poco probable que me interese escuchar lo que haces todo el día. Si te despiertas, desayunas, te vistes, vas a trabajar, regresas a casa, comes, vas al gimnasio, ves televisión, todo eso y lo que hagas enmedio (cagar, hacerte fan del circo atayde en el FB, seguir al güiri güiri en twitter) me importa un soberano carajo. Y al mundo también.

¿Sabes por qué el Big brother dejó de venderse? Porque hay miles de millones de big brother gratis en la red. Todo mundo tiene un blog, un myspace, un hi5, FB, Twitter, metroflog y demás sarta de aplicaciones y redes sociales que permiten compartirle al mundo lo fútil, nimio, intrascendente y perdónenme que lo diga, estúpido de nuestras vidas. Hace más de dos años Jorge Pinto (Bunsen cómics) que es un genio, ya se quejaba de la escasez de usuarios 2.0 del internet. Bueno, malas noticias, el problema sigue ahí, cada vez más grave.

Y no me malinterpreten: respeto enormemente que Saramago haya tenido un blog, que Carmen Aristegui y Ruy Xoconostle twiteen todo el día, que Cracked tenga un perfil de FaceBook. Pero lo respeto porque esas personas y entidades entienden la utilidad de las aplicaciones cuya naturaleza radica en compartir información útil o interesante (no necesariamente ambas cosas) mientras que los usuarios promedio comparten información tan útil e interesante como un gamborimbo.

El mundo, lamentablemente, seguirá caminando siempre hacia allá. Y yo tendré cada vez menos amigos, hasta que al final sólo haya doce personas que puedan sentarse en mi mesa y compartir el pan y el vino antes de que los fariseos vengan por... No, esperen, ese era otro mesías. El asunto es que no me molesta, mientras queden pendientes en el mundo unos tres o cuatro mil buenos libros por leer, sólo necesito que alguien siga poniendo gasolina en mi carro, salchichas en el super y café en el punta-del-cielo para que el pedazo de mundo que me importa esté maravillosamente bien. Brindo por eso. Tomad y bebed... No, no, ese era el libreto viejo. Corten.