Existe un punto en la existencia de todos nosotros, en el que se forjan los ideales. Puede no ser un día preciso, sino una época completa, en la que las vivencias, el aprendizaje, la entronización de figuras paternas y otro sinfín de eventualidades, nos moldearán para ser un arquetipo determinado, y ese arquetipo, a menos que medien unas circunstancias tremendas, seremos por el resto de nuestras vidas.
Curiosamente, casi todos damos algún golpe de timón en el trayecto y terminamos llevando la barca hacia un lugar no-pensado. He ahí que hay hijos de médicos que terminan ellos mismos como brillantes cirujanos o excelentes pediatras, mientras que hay otros vástagos de magníficos neurólogos que malviven como pintores muralistas becados por alguna institución paraestatal. Hay cosas, millares de cosas que intervienen.
Pero más allá del destino (y su primo gramatical más cercano: el desatino), el talento, la propia decisión, la perseverancia y la disciplina, en el momento de las decisiones interviene el factor X, donde X= Cantidad de dinero que uno podrá llevarse a los bolsillos realizando la tarea determinada.
Y no nos engañemos: Yo soy tan romántico como cualquiera de ustedes, pero honestamente me gusta comer mucho más que a la mayoría, me gusta vivir en mi departamento con todos los servicios (incluídos el internet y la televisión por cable tan innecesarios como disfrutables), me gusta tener mi carro listo para salir a carretera si me da la gana pasar la noche en la playa, me gusta poder llevar a mi mujer al restaurante más caro de la ciudad y siempre y sobre todo, me gusta que mi hijo no sufra de ninguna privación.
Al igual que todos ustedes, pobres muchachos del lado equivocado del escritorio, yo soy un asalariado. No somos muchos los asalariados que podemos darnos la dolce vita con lo que nos llega en el cheque. Es por ello que, además de ser un asalariado, soy un freelancer en campos como la publicidad, el diseño creativo y esencialmente, la literatura. Eso significa, por un lado, darle hilo a un papalote donde vuelan mis ambiciones vitales (una carrera editorial destacada, una cátedra literaria en una buena universidad): significa, por el otro lado, una lanita extra que cae por aquí y por allá, dándome la oportunidad de vivir como algo que no soy (rico) pero que quizá algún día sea, si se me ocurre un best seller de maguitos nerds o vampiros muy bonitos (¿vampiros nerds? humm...)
Sin embargo, como lo he dicho hasta el cansancio, el dinero no pasa de ser un medio. Y el problema es que la gente en general (hablo por supuesto de la gente que me rodea, sabiendo que existe gente muy chida y espiritual y buena onda mil goei) el dinero es un fin. Un fin en sí mismo. Como en "cuando sea grande, quiero tener mucho dinero".
Por ejemplo cuando sea mayor -puesto que ya soy grande- me gustaría tener una casa muy bonita, onda loft moderrrno minimalista. Me gustaría tener una camioneta pequeña onda Liberty o algo de Jeep. Me gustaría pagarle buenas escuelas a mi hijo actual y a los futuros, si llegan. Para todo eso, por supuesto, voy a necesitar dinero. Pero no por el dinero, ¿o sí? El dinero se cambia por productos y servicios. Veinte dólares compran mucho maní.
Ahora enfrentemos la realidad de vivir en un país donde hacer dinero es cada vez más difícil -a menos que uno se apellide Slim, Saba, Hank o equivalentes- y perder dinero es cosa de todos los días -IVA al 16%, gasolina aumentando semanalmente, tenencia y predial- y uno tiene un cóctel perfecto para el estrés.
¿Y saben para qué sirve el estrés? Para una chingada, para eso. Estresado uno toma las peores decisiones, arruina su salud, pierde el cabello y come mal o peor. Estresado uno repele al sexo opuesto, disminuye considerablemente su desempeño sexual y crea mala vibra a su alrededor. Ninguna de esas cosas, salvo la calvicie, se llevan bien con el éxito.
El asunto es ser distinto. El asunto es crear. El asunto es arrojarse y ser fuerte, ser decidido y sobre todo, ser honesto con uno mismo. Nadie creyó que un puñado de libros sobre un niño huérfano que viaja todos los años a estudiar a una escuela de magia fueran a convertir a Rowling en la mujer más rica de Inglaterra, y lo es. Nadie pensó que una red social dedicada por entero a subir fotos y publicar breves notas a tus amigos y conocidos llegaría a costar miles de millones de dólares (es un chingado anuario electrónico, joder) pero los cuesta. No los vale, ¿ok? Los cuesta. Sin embargo esa mujer y esos tipos lo hicieron de todos modos, porque creían en su proyecto. Y ahí está.
Sin concesiones, sin doblarse para recibirla por detrás. Sin ceder. Con la fuerza para defender lo que hacemos y con valor para hacerlo cada vez mejor. Vamos a hacer algo por nosotros y con ello, lo haremos por el mundo. Vengan, el futuro es allá adelante.
2 comentarios:
gracias, gracias, gracias
aunque no lo creas me sigues ayudando tanto o mas, que en aquellos dias de secundaria o de prepa, yo soy de las que creo en Dios mas que en otra cosa, y se que no se equivoca, el hizo que te encontrara aunque sea por este medio...
saluditos....amigo de mi alma
Hace muchos años Otto me dijo que él estudiaba derecho para pagarse su vicio de escribir.
Yo estudié sociología, a pesar de que todos decían que seguramente moríria de hambre, porque es lo que deseaba hacer todos los días de mi vida.
La esposa de mi papá considera que carezco de ambición porque acepté un contrato por proyecto en una ONG en Chiapas, supone que es demaciado "inestable" y tendré muchas dificultades para "vivir bien".
Yo creo que mientas pueda entrar a una librería y comprar todo lo que me dé la gana con el dinero que obtengo haciendo lo que me apasiona, no importa si no puedo vivir bien.
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