Hace muchos, muchos años, cuando los Flippys dominaban la tierra, yo era un mocoso de escasos 5 años, famoso por hablar al revés y ser la voz oficial de unos comerciales de la radio.
En aquellos lejanos entonces, gozaba de un salario regular consistente en una moneda de cinco mil pesos, que me era pagada con puntualidad intachable por mi viejo cada mañana de escuela. Los domingos, por ser día de asueto, recibía doble sueldo a cambio de asistir a clases de religión y a una ceremonia de una hora que las señoras llamaban misa y el sacerdote llamaba eucaristía y mis amigos y yo llamábamos "esa hora del domingo que las mamás le roban a Chabelo".
Mi educación eclesiástica, de cualquier manera, concluyó antes, mucho antes que mis estudios académicos. Mi graduación fue muy parecida a la de la primaria (de hecho el uniforme fue igual, curiosamente) y en lugar de "graduación" le pusieron "comunión". Por ahí supe que hay un posgrado llamado "confirmación", pero como entonces, ahora tampoco siento ganas de confirmar nada de lo que me enseñaron ahí.
Pocos años después, a los 17, me mudé a la capital para estudiar una licenciatura. La mudanza trajo consigo un montón de cambios. Sobre todo cambios de ropa, que metí en mi maleta con el fin de no ponerme lo mismo todos los días. También trajo otros cambios: los cambios que mi papá tuvo que meterle a su camioneta el día que me vino a dejar, el cambio que le dieron cuando pagó las casetas de peaje. Muchos, muchos cambios. Y entre esos cambios llegó uno muy importante: De haber crecido en una casa sin libros, llegué a una casa con demasiados.
Mi madre, aterrada ante la idea de que su hijo se mudara al equivalente estatal de Babilonia, lloró y suplicó que pasara mi primer semestre universitario en la casa de unos tíos, para que la transición no fuera "tan dura" y hubiera quién "me echara un ojo". Yo, hijo maravilloso y ejemplar, acepté.
Resultó que los tíos con los que me instalé eran maestros normalistas. Mi tía Elvira, para placer de mi madre, es una devota católica; mi tío Daniel, para horror de mis padres, es un tipo genial.
Y cuando digo genial quiero decir Ateo, Socialista, Rebelde, Inconforme, Malhablado y con una barba más Cubana que la de Fidel.
Pues ese tío adornaba sus paredes con lo que todo hombre que se precie debería decorar su casa: Libros, libros y más libros. Mi primer encuentro con Engels, La primera lectura de Marx, la casi totalidad de libros de Rius, Süskind, Kafka, Vargas Llosa, fueron peligrosas incursiones off the record a los libreros de mi tío Daniel.
Es de todos conocidos que no me gustaba mucho ir a clases, así que gran parte del día me la pasaba tirado en una jardinera leyendo tanto como fuera posible y en mi mochila por lo general había tres o cuatro libros, ninguno de ellos referente a mi carrera.
La primera consecuencia de esto fue que empecé a juntarme con puro bicho raro. La segunda consecuencia de esto fue que en primer semestre tuve uno de los promedios más bajos de mi vida (creo que 9 o algo así). La tercera consecuencia fue que dejé de creer en la religión organizada.
Para ser honestos, todo el asunto de la religión siempre me había parecido sospechoso. No estaba muy seguro sobre cómo congeniar todo ese asunto de que el sacerdote hablara y hablara sobre la renuncia a los bienes materiales y la pobreza de Cristo y los apóstoles minutos antes de pasar la charolita repleta de billetes y monedas del diezmo por los incómodos asientos del templo. Tampoco me quedaba muy claro todo el tejemaneje de la Biblia, ese libro tan llevado y traído sobre el que se basaba todo el sistema.
O sea, vamos a aclararlo: Yo estudié una carrera que se basa única y exclusivamente en saberse casi de memoria libros y libros llenos de leyes. Sabemos quién hizo esas leyes. Sabemos que son obligatorias. Sabemos que pueden gustarnos o no, pero es necesario seguirlas si no queremos un castigo. Pero cuando alguien viene y me cuenta que la Biblia es una aproximación bastante libre a lo que se supone que alguna vez quizá pudo haber pasado no-te-lo-juro-pero-créeme, contado por hombres que nacieron 400 o 500 años después de esos eventos (más, en algunos casos), algo me hace sospechar que me están dando atole con el dedo.
Hay que ser muy quisquillosos en esto: La religión católica (y para el efecto todas las que tienen a Dios-Jehová como base) está cimentada en su totalidad sobre un libro que nadie sabe quién escribió (O cuéntenme: ¿Quién fue Lucas? ¿En qué año nació? ¿En qué año murió? ¿En que café realizó las entrevistas con Dios que arrojaron como resultado la entretenida biografía llamada Holy Biblia?)...decía...Un libro que nadie sabe quién escribió, cuándo lo escribió y cómo pudo haberlo escrito si no había ningún tipo de registro histórico de los hechos consignados (El archivo general de la nación se fundó como 1469 años después, en tiempos de López Portillo).
¿Qué les puedo decir? A mí me nació el sospechosismo.
Un sospechosismo que creció a la luz de docenas de libros dedicados a poner las cosas claras. Ejemplifico, para no dar de cara con el fanático promedio:
1.- En la Biblia (Génesis) Dios crea la luz el primer día, pero se espera hasta el cuarto para crear el sol. Eso me hace pensar que el Señor es el todopoderoso fundador de Enron y General Electric y que Thomas Alva Edison es autor de uno de los plagios más desvergonzados en la historia del mundo.
2.- Según la imaginaria religiosa, Dios modela a Adán a partir de un montón de barro. Al más puro estilo de Wallace y Gromit. Luego le arranca una costilla y con ella crea a Eva. Por lo tanto: ¿No debería de faltarnos a todos los hombres una costilla? ¿No deberíamos los hombres ser habitados por lombrices de tierra? ¿No deberían las mujeres de ser cocinadas a la parrilla con salsa BBQ? ¿Por qué si se hace un análisis químico de la composición molecular de un humano es TAN distinta a la del barro? ¿No debería de ser igual? ¿Por qué Dios no usó plastilina marca crayola para hacer hombres más bonitos y coloridos?
3.- ¿Por qué si Dios siempre está diciéndoles a todos que lo suyo es el negocio del perdón y la misericordia hay capítulos buenísimos (los mejores) de la Biblia, donde se dedica exclusivamente a partirle el culo a cuanto humano se distraiga, con meteoros llameantes, tormentas de fuego, perrísimos diluvios y otro sinfín de eventos especiales?
4.- ¿No les parece extraño que por ejemplo, se tronó Sodoma sin pestañear porque unos quince o veinte muchachos descarriados gustaban de darse amor mutuamente y ahora haya MILLONES de chicuelos con el mismo gusto habitando campantemente el mundo y dominando el medio de la moda, el espectáculo, las artes y la carrera de enfermería de la Unison?
5.- A mí no me la vengan a mamar conque Dios prefirió matar a SU HIJO que era un tipazo, inteligente, bien parecido, con futuro y que sabía hacer milagros chidísimos, que matar a todo el resto de humanos insignificantes, feos y leprosos, que además creían en Zeus, Júpiter y en becerros de oro.
Y no salgan conque Cristo se entregó a cambio de que se perdonara a los demás, cuando es de sobra conocido que al buen Yisus nunca se le hizo un buen plan eso de que lo crucificaran y demás cosas dolorosas. Invoco la cláusula Dios mío por qué me has abandonado para ilustrar el caso.
En resumen y para no seguirlos mareando, me brinca todo el concepto de seguir algo que está basado en falacias. No digo que sean falacias sólo porque a mí me da la gana. La comunidad científica, famosa por no dar paso sin huarache, ha demostrado que lo son. Eventos como el desarrollo de la prueba del carbono 14, la decodificación del ADN, la teoría de la evolución, han dado al traste con la mitología que rodeaba a la Biblia y al montón de crédulos que la siguen al pie de la letra.
Citando al fantástico Groucho Marx: No tengo nada contra Dios, pero no soporto a su club de fans.
4 comentarios:
JAJAJAJA lo amé. En especial los puntos 3,4 y 5.
Saludos!
jajaja, muy bueno, hace unos días me contaron de un niño al que inscribieron en una escuela catòlica y total que no sabìa nada de esos temas y le pregunta a la mamà que què onda con eso de Jesùs y ya que la mamà le explica el niño le dice: -Ah! Entones es una leyenda urbana.
Genial.
buenísima la anécdota del niño listo, saludos a mis dos lectoras más fieles, sniff
Ya en esto de los saludos, me gusta que hayas vuelto.
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