Por extraños e insondables motivos hoy tengo las ganas y el tiempo para postear. El día está horrendo en Hermosillo, gris, encapotado, lluvioso y melancólico. Recién me tomé un café más cargado que un buen torero y me preparé una de mis comidas favoritas. Todo ello me dejó en un estado de gracia similar a la meditación de la que me sacó recordar que hoy voy a ver el remake de la historia de Carroll que dirigió Burton y del que aún soy virgen de críticas y spoilers.
Con ello en mente abro el website de cinepolis y mi buscador me recuerda que yo solía tener un blog y que además solía actualizarlo de cuando en cuando (mi buscador, como ven, gusta del humor negro y la mezquindad), lo que me llevó a abrirlo y revisar las últimas cosas que había estado publicando. Y bueno, ¿qué puedo decir? Sí se nota un franco desgano en la parrafada que aunque nunca ha sido brillante, al menos no solía adolecer de contenido (como si los blogs se distinguieran por su buen contenido).
Quizá pueda culpar a ese advertido desgano de la larga, muy larga ausencia de nuevas publicaciones en Monitor; quizá pueda culpar también a que de pronto se me juntaron los proyectos y los trabajos y he andado del tingo al tango, entre el Simposium de la Sociedad Sonorense de Historia, el Festival de Cine en el Desierto, la puesta en marcha de mi proyecto para FECAS, mi debut como locutor, la asistencia y enorme disfrute del Festival Alfonso Ortiz Tirado (9 asistencias en 10 años, nenas) y esto y aquello y lo otro. Pero no. La verdad es que no puedo culpar a eso ni a nada, ni voy a hacerlo. No escribí porque simple y sencillamente no tuve ganas de hacerlo y santa vaca.
La semana pasada mi papá sufrió un problema cardiaco que se juntó con su largo historial de problemas de hiperglucemia y sus nuevos y mejorados problemas renales y entre los tres lo llevaron al hospital por cinco días. Nos sacó un buen susto, a mí en lo personal cuando lo vi con varios kilos menos y su legendaria pancita de renacuajo en franca retirada. Pero el lunes lo dieron de alta y desde el martes empezó a dirigir de nuevo el negocio con el teléfono en una mano y el control remoto en la otra. Buena señal.
La madre de mi hijo vino a Hermosillo el fin de semana para entregar las invitaciones de su boda próxima a Celebrarse (con C mayúscula) y eso dio ocasión de poder pasar un fabuloso sábado con mi hijo unigénito al que como no me canso de decir, amo con todo el corazón. Después de prepararle su desayuno favorito nos fuimos al parque infantil y corrimos y nos divertimos y reímos y él se paseó en todos los juegos mientras yo lo veía reír y abstraerse y recordaba un tiempo que ahora parece tan lejano en el que esos mismos juegos lo hacían llorar de miedo. Mi hijo crece muy rápido, cada vez lee mejor y eso me emociona y me hace pensar en lo maravilloso que sería que la lectura se le vuelva un vicio insaciable y poder dejarle mis libros, centenares de libros con los que él pasará las horas conociendo el mundo.
¡Miren, está saliendo el sol!
1 comentario:
Graciosas con algunas cosas, tú no escribes porque andas en chinga y no tienes tiempo,yo no escribo porque la abulia está a punto de acabar conmigo, no tengo nada que contar y temo que el cerebro se me llene de moho.
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