Hay gente que de plano sólo viene al mundo a hacerle la vida difícil a otra gente. Son personas amargadas que, no conformes con ello, le amargan la vida a las demás.
Tristemente, en mi familia hay un caso muy cercano. Es una persona cuyo lado oscuro no tiene nada qué envidiarle a la luna. Así de negativa. Su sola presencia basta para que un ambiente de amistosa francachela y campechana plática pase a convertirse en un sepelio tristísimo y solemne. Lo molesto del asunto es que -por el hecho de ser familia- me veo obligado a convivir con dicha persona, a conversar con ella cotidianamente e incluso a veces a hacerle favores y aligerarle el -snif- difícil trajín de la vida.
Eso es algo muy molesto. Pero yo soy machín y me la aviento, no hay falla. Lo que realmente me rompe los cojones es que mi madre, padre y hermanas tengan que aguantar también a esa persona, cuya única función es totalmente parasitaria, además de nociva y desgastante.
En algún punto del Código Penal debería de haber un eximente de responsabilidad en caso de asesinar a una persona como esta. Mientras tanto seguiremos pidiendo a Zeus que le envíe alguno de sus muchos rayos.
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