25 agosto 2004

Sobremanera.

Pues sí, la estúpida universidad de mierda dijo el lunes de la semana pasada "Pues cómo ven que empiezan las clases". Y las tristes clases empezaron.
Todavía intento dilucidar cuál de mis YOes es el que se niega rotundamente a adquirir afinidad con la carrera que estudio, con la universidad a la que asisto, con el YO que todo mundo quiere que gane en este proceso YOcrático que lleva ya 22 años gestándose.
Teorías sobran.
Por una parte, el letroso irredento que subyace en algún lugar cada vez menos recóndito de mi interior es el que se niega a dejar que un túmulo (o cúmulo, me da igual) de codificaciones, leyes, reglamentos, procedimientos y camisas john henry me conviertan en abogángster. Por otra, el antipop (de popular, no del género musical) que subyace a niveles menos profundos de mi YO general se niega de plano (y de pleno, pus que) a buscar siquiera un resquicio de comodidad en una facultad cuyo estandarte bien podría ser una famélica mujer vestida en harapos de algún maricón italiano mirando al horizonte sin una chispa de brillo en los ojos (dicho brillo se alberga en sus labios con gloss, su cabello pintado y su bolso de otro italiano no menos maricón), y es que, se los juro, conozco a más de diez tipejas de leyes que pueden dejar de comer un par de días sólo para que les alcance la lana de la semana para costearse una nueva prenda qué estrenar el fin de semana.
No comulgo, fíjense bien, con el perfil general de lo que la abogacía (quasi) exige.
Por lo menos, pensando ya en la máxima de Manolito "pequeñas ganancias de las grandes pérdidas" la facultad tiene por ahí a una media docena de otros tipejos "fracasados" y "fashionless" con los que me llevo de poca. Uno de ellos filosofa, otro se ríe de todo, dos más saben guardar los silencios más oportunos. Hay buen café en la cafetería. Hay un buen de áreas verdes donde se lee y se escribe muy a gusto. Hay una biblioteca de letras a tres edificios de distancia donde te proporcionan gratis cualesquier obra literaria de mediana a superior calidad que se te ocurra buscar (lo último: Clara Sánchez y su Últimas noticias del Paraíso). Tiene tableros de ajedrez y weyes que me hacen pedazos en las partidas avanzadas.
Tiene, en fin, el sector de inconformes, donde uno no tiene más que caer para pertenecer.
Ni modo. Las cosas fáciles.
Luego la vemos.

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