16 noviembre 2004

un submundo de pacotilla

El mundo del cómic, tienda de la que hablé, si no mal recuerdo, en alguna entrada anterior, es un expendio bien surtido de buenas revistas de superhéroes, camisetas decentemente diseñadas para botanear y botanearse de algunos íconos modernos, figurines de colección de varios entrañables personajes de la historieta y la caricatura más o menos moderna y alguno que otro producto ocasional que está disponible sólo hasta agotar unas no muy abundantes existencias. Es, pues, una tienda bastante agradable a la vista, con paredes muy originalmente decoradas y mejor pintadas por algún tipo con mucho talento en la imitación del estilo de Rob Madureira y Todd McFarlane, con unos estantes de hierro que parecen fabricados en algún yunque de mala calaña y con un monitor donde habitualmente se está proyectando o algún buen Anime o una película tan pasable como Kill Bill, La lengua de las mariposas, Amèlie o Memento. En fin. Uno pensaría que este lugar es una cueva de lo más agradable para pasarse un rato, ver las portadas de los cómics del mes, disfrutar la nueva entrega de todos los cortes de Marvel (Avengers, Fantastic Four, X-men por supuesto) y cruzar alguna charla entretenida con los dueños, que son bastante amenos y sencillos. Pero la puerca pasa a torcer el rabo cuando se dan las 3 de la tarde y una jauría no clasificada en los tomos de Ciencias Naturales del sabio Mendehlson entra en escena. Describo: El prototipo en cuestión es alto como vara de bambú y con la misma complexión, cabellos de saiyan estilo gokú pero más parado, una proliferación alarmante de acné en el rostro y un aviso de bigote lechero -o en su defecto cantinflero- sobre el labio superior. Excepcionalmente, el sujeto lucirá una humanidad descomunal de lonjas sobrepuestas. En todo caso, lucirá ropas o de un gótico de lo más empolvado, o con camisetas alusivas a su personaje favorito (en muchos casos, snif, de Bob Esponja).
Cómo!! Pero si ese es un geek de lo más normal!! -dirán ustedes- Pues sí, este muchacho estereotípico se ve como un geek normal, un compufreak coleccionista de chingadera y media cuyo contacto sexual más erótico ha sido con una botella de crema Hinds, PERO, a diferencia del geek tradicional, especie encantadoramente conocedora de temas de interés como cine subterráneo, el futuro cercano de los mangas más vendidos, el nombre del actor que dobla a sutano o mengano en la versión en español de Caballeros del Zodiaco, este seudogeek tiene sólo un interés en la mente, tres sílabas funestas y mezquinas que emputan hasta niveles patológicos a un ser pleno de bondad y misericordia como yo: Yu Gi Oh (gritos ahogados de la concurrencia).
En efecto, la trastienda de la tienda (sé que la frase es pendeja) está destinada (pósters y bancas incluídas) al intercambio de tarjetitas del mamonsísimo juego ese que con el fin de vender cartitas hechas en taiwán, zaguán o uno de esos países que le deben a la piratería el 99% de su producto interno bruto, crearon hasta una caricatura, dos o tres videojuegos y toda una campaña mercadológica que haría llorar a un estudiante de Merca del Tec. A la hora mencionada, docenas, manadas, jaurías enteras de los cuasifenómenos estos dejan sus apasionantes vidas frente al televisor que proyecta un show en el que puedes decir con el poder de tu click quien es Sexsí y quien Sexno para ejercer el derecho de reunión consagrado en nuestra carta magna (maldito juicio de amparo) y regodearse en la poquitez de anhelos, ambiciones y proyección exterior, catafixiando junto con sus cartitas, hologramas y esas jaladeras, su autoestima, su futuro solitario y rechazado, y gestando con esto a un nuevo poeta de la onda desgarravenas de los cuales, siento decirlo, está llena esta tierra de dios.
Pobres muchachos- dice mi alma misericordiosa- Si tan sólo conocieran del verdadero mundo, el mundo que los dioses nos han dado. No ese submundo de pacotilla llamado Yu Gi Oh, donde los seres poderosos tienen nombres tan estúpidos como Mago Poderoso del Triángulo de Fuerza y Poder Místicos del Santo Niño de Atocha; no esa cloaca de erogaciones, donde tus puntos de popularidad son directamente proporcionales a lo voluminoso, centelleante y difícil de conseguir de tus cartitas, NO, sino al mundo verdadero, ese mundo donde todo es hermoso, donde tu fuerza te hace popular, donde evolucionas cada día y cada vez más conforme tengas aventuras y resultes airoso de las misiones que emprendas. Sí, ese mundo de recompensa a tu esfuerzo, de preocuparte por aniquilar a quienes te estorben y ayudar a aquellos que comparten tus causas, ese mundo de Luz y Sabiduría llamado DUNGEONS & DRAGONS.
Pero como siempre, pobres humanitos, están tan lejos de mí.

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