12 octubre 2008

This is it.

Cada vez que intento hablar con una mujer sobre por qué soy casi totalmente incapaz de querer a alguien hasta el punto inmediatamente anterior al amor, termino por hacerme odiar por ella y además por todo su círculo de amigas. De seguir así terminaré por ser una especie de marginado, un morlock de las pre-relaciones, un leproso, el tipo ese del que se murmura en los cafés: "no pierdas tu tiempo, amiga, ese nada más juega contigo y luego te bota".

Claro, siempre quedaría la opción de nada más no hablar de eso, pero esa opción es una ficción total, siempre, todas y cada una de las mujeres que quieren/quisieron/querrán algo conmigo han terminado/terminan/terminarán por querer tener esa conversación que explique de modo más o menos convincente por qué no se puede aspirar a ser mi pareja por los siglos de los siglos, amén.

Y mis razones, la verdad sea dicha, son bastante malas. Soy una pareja terrible. Gruñón, para empezar, exigente para continuar, posesivo hasta la demencia, celoso hasta extremos casi irreversibles, empalagoso a niveles diabéticos, soberbio, preguntón, apasionado (se supone que es bueno, no lo es), patológicamente infiel, carajo, muy infiel, más infiel que todos los infieles del mundo juntos, mentiroso, muy mentiroso, más mentiroso que un político en campaña. Todo eso soy con las mujeres que entran a mi vida con la intención de ser "mi compañera" (snif) y se van luego por la puerta de atrás, azotándola y sin más intenciones que ser la enfermera instrumentista de mi castración.

La cosa funciona de la siguiente manera: Yo no confío en ustedes. Nunca. Por nada del mundo. No confío en ustedes porque no las conozco. No quiero conocerlas. Ustedes me molestan.

Soy un misógino por las mismas razones por las que soy un agnóstico: Desconfío de lo que no comprendo. Y la verdad, mujeres, es que no las comprendo ni me interesa en lo más mínimo entender porque parecen perseguir la contradicción y la autorepresión como modus vivendi. Atraigo a las mujeres equivocadas, eso me queda muy claro. Por lo general las que se fijan en mí padecen de todos los síndromes que detesto, y que podría comenzar a enumerar en orden descendente así:

a)Ausencia total de una pasión dominante en la vida.
b)Desconocimiento casi absoluto del mundo que las rodea.
c)Desidia monstruosa por el conocimiento de ese mundo.
d)Pies feos.
e)Mala ortografía.

Y así ad infinitum, ad nauseam.

Por todas estas razones, mi larga vida que cuenta hasta ahora veintiséis mayos calurosos y bellos, sólo ha conocido dos noviazgos de los que conservo algún recuerdo fantástico y dos o tres tragos amargos. ¿Relaciones casuales? Uf, tell me about it, pal. Durante mucho, mucho, pero mucho tiempo, el sexo casual y las parejas de "salgo-contigo-pero-no-andamos-así-que-salgo-con-alguien-más-si-quiero" fueron mi manera de entender esa cosa extraña que a niveles exponenciados y narcóticos llaman amor (ah, imberbes) y de eso conservo, más que nada, una media sonrisa que se me terminó formando por las ingeniosas groserías que he terminado por recibir junto con la rigurosa patada en el trasero.

He terminado por entender que el amor no tiene direcciones, ni sentidos. Esto del amor no se parece a nada y por esa singularidad, es una materia complicada y pegajosa de la que uno no termina por desprenderse en ningún momento de la vida. Asumirlo es ligeramente menos complicado que practicarlo de forma eficiente, sobre todo ante la carga de pesadumbre que el mundo se encarga de ponernos sobre los hombros y que poco a poco se constituye en una parafernalia prácticamente inseparable del rito del amor. Terminamos por comprar la idea de que el amor incluye días de visita, arreglos florales, serenatas con mariachi, estuches rojos de chocolates en forma de corazón, caminatas por la orilla de la playa, noches interminables comiéndose los labios mutuamente, pedida de mano con rodilla al suelo y anillo de diamantes, vestido blanco con lazos de organdí, bla bla blarablá.

Carajo, con tantas cosas por hacer, no queda tiempo de quererse, ¿no? ¿A qué horas se va uno a conocer si todo el tiempo se espera que se haga algo? Se pasa la mitad de la vida pensando en el siguiente paso, planeando, perseverando, y la segunda mitad pagando la pensión alimenticia postdivorcio. ¿Qué salió mal? Déjenme ayudarles, queridos míos: Pasaron tanto tiempo preocupados por hacerse querer que olvidaron quererse.

Hace tres años conocí a la mujer a la que amo. Hace bien poco menos de esos tres años supe que terminaría por enamorarme de ella más tarde o más temprano. Por una de esas cosas que tiene la vida, aquel no era el momento. Mi vida estaba llena de grandes cortadas abiertas por donde manaban sangre y pus y dolores a veces ocultos y a veces gritados y yo no estaba por ningún motivo facultado para querer a alguien. Ustedes no tienen idea de lo difícil que es encontrarte todos los días a la mujer que sabes que podría hacerte tan feliz como sólo has soñado y saber que el único gran impedimento para tenerla eres tú mismo y el lugar al que tus decisiones te ha llevado. Cállense, no la tienen.

Hace algunos meses le dije por primera vez que la amaba. Y fui sincero. Hace dos meses volví a verla tras dos años de ausencia total, de mutuo silencio, de desaparición casi total de nuestras vidas. Y me di cuenta que a pesar de que ella seguía siendo la misma mujer, era también una mujer distinta y de que yo, a pesar de ser un hombre distinto, seguía siendo también el mismo hombre, y la vida, por otra de esas cosas que tiene, se rió de mí cuando entendí que aunque ambos éramos otros y ambos éramos los mismos, esta vez era distinto, porque ella, en lugar de mirarme y sonreír como sonreía casi siempre que nos encontrábamos en aquellos días aciagos del 2005, me miraba largamente y me dejaba verla muy de cerca y ambos nos deleitábamos en besos eternos y suaves y dulces.

Ya no tengo nada más para decir sobre el amor. Como ella, Ana, mi Ana, dice todo el tiempo: La vida se encarga todos los días de hacerme tragar mis palabras.

Ana, mi Ana. Es tan lindo poder por fin decirlo. Ana, yo te amo.

6 comentarios:

Char dijo...

jajaja sentirse atraido a personas "equivocadas" y además tener el nervio de salir con ellas es una necedad que todos hemos cometido, con las consecuencias catastróficas que ello implica; aunque también está siempre el reto que implica hacer que alguien que dice que no puede querer quiera... Creo que ahí está la cuestión.

Anónimo dijo...

Awww todo empezó con un tinte muy negativo y terminó con un te amo, ternurita.
Saludos, monitor ;D

PatitO™ dijo...

teEernurita!!!! jajajaja

Char dijo...

Ya regresa, por favor, por favor, por favor, desde que te diste este break no es lo mismo el blogger.

Chef Renatta dijo...

verde...que intenso.

no esperaba el final, especialmente después de ese mail que mandaste hace muy muy poco.

no tengo pies feos ni bla bla.

tita.

PatitO™ dijo...

Un año nueve meses veinticinco días, sigo amándote cada día más. Ana.