Desde que mis horarios y jornales de trabajo tomaron su forma actual, han comenzado a gustarme mucho los domingos.
Antes, con otras rutinas y otros hábitos, el domingo me resultaba tremendamente largo, extrañamente soso, un tanto gris. Despertar antes de las diez eran malas noticias, porque significaba tener por delante catorce o más horas de un tedio sin fin. Rara vez sucedía algo entretenido en aquellos domingos. De pronto a padre se le ocurría ir a Álamos y hacer parrillada en el arroyo, o a madre se le antojaba ir a comer y de tiendas a Cd. Obregón.
En las postrimerías de la adolescencia, el futbol se volvió un paliativo temporal, uno o dos partidos en el día me restaban cuatro horas de monotonía dominical, y la hora que ocupada en preparar cerros de botanas se le sumaba para dar cinco. Las otras nueve tenía que repartirlas entre bañarme, ver alguna película, visitar a mi abuelita, a veces la obligada asistencia a misa. Nada resultaba, el domingo de todas maneras me reservaba algunas horas de un ocio forzado e insípido que me fue formando una predisposición contra el primer día de la semana.
Luego, cuando empecé a trabajar en el medio restaurantero, los domingos se volvieron un día algo mejor. Tradicionalmente, las familias comen fuera este día, y eso significaba buena clientela y buenas ganancias, además de un día ajetreado que me enviaba rendido a la cama al anochecer. Cuando me quedaba el tiempo libre, ir a festejar una buena semana en un café, el cine, caminatas por catedral.
Ahora el domingo es sin duda un buen día. Despierto siempre tarde, con toneladas de cansancio acumuladas en seis días, desayuno lo más rico posible, me aviento un buen partido de futbol (hoy, por ejemplo, fue un Necaxa-Toluca), leo el periódico, ordeno un poco mi departamento mientras pienso en el plan para la tarde y noche. A veces alguien me evita pensar y me llama para invitarme a beber algo al son de una buena charla, o el cine se pone amable y estrena algo bueno en la semana (cada vez menos usual, esto último) y por la noche me voy al café de siempre y escribo algo.
Hoy planeo pasarlo bien con mis colegas. Estaremos en el Beer Garden, viendo los jugosos cortes de carne asándose con el calor del carbón encendido, paladeando unas cervezas oscuras de Alemania y seguramente que platicando y riendo hasta que duelan los maxilares. El día está nublado y se siente un poco torpe, pero seguro que entre todos le podremos encontrar la cuadratura a un día cada vez más circular.
Un abrazo a todos.
3 comentarios:
Me da gusto que tus domingos sean mejores hoy día... nada como disfrutarlos con los amigos o la familia...
Ojala haya disfrutado tus cervezas ... y tu t-bone, roast beef,rib eye o new york?? ... que corte prefieres??
En realidad no bebo, sólo me tomé una cerveza para acompañar el brindis masivo que acostumbramos en los eventos -Una Vanilla Porter, de Colorado, riquísima.
Mi corte favorito es el t-bone, seguido muy de cerca por el rib-eye. Además de los cortes, me encantan las costillas a la parrilla.
Saludos!
Como casi todos los hombres.... sin ser feminista mi comentario... pero es que no se que les encuentran de fantastico a las costillitas... pero las aman fervorosmente!! ;) buena semana
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