17 diciembre 2008

aleatorio



Son las dos a.m.

Los flashes intermitentes asemejan un centenar de parpadeos por minuto en mis ojos cansados por el día frente al ordenador. No huele a humo, como debería ser; sí huele un poco a esos aromatizantes corporales baratos que ordena el dogma del arrabal.

Somos seis.

Hay un largo tubo de metal en medio de la oficina. Está coronado por una lámpara roja en forma de tulipán. La escena es del todo discordante. Hay dos escritorios, tres computadoras portátiles y una de escritorio, hay seis cajas de cerveza alemana, hay seis sillas distintas, todas de tipo ejecutivo.

Me bebo una casta a sorbos lentos. Aromática.

En el centro de todo hay dos mujeres semi desnudas, ligeramente sudorosas, lamiéndose mutuamente las puntas de los dedos mientras van quitándose la poca ropa que les queda. Escuchamos un lamentable reggaetón mientras observamos los dos cuerpos femeninos contonéandose frenéticamente al ritmo de esos beats entre electrónicos y caribeños.

Hace calor.

De cuando en cuando una de ellas viene hacia uno de nosotros y se sienta en los regazos, frota violentamente su pubis o sus nalgas sobre las braguetas y ríen. Ríen. Yo recuerdo inevitablemente a una bailarina que me honró con su amistad hace ya varios años, cuando yo era sólo un regiomontano terminando la maestría en sonora. Por supuesto nunca he sido regiomontano ni he iniciado una maestría, pero lo menos que le puede uno dar a una teibolera que se rebaja a ser tu amiga, es la cortesía de un montón de mentiras.

Son de pronto, las 2:45 a.m.

Las dos bailarinas se han quedado sólo con unos diminutos tangas de algodón. A mí me gustan los tangas de algodón, parecen cómodos y tienen una sensualidad inocente de la que carecen el poliéster, el satín y otros materiales. Sólo uno de nosotros es casado y a mí me parece inevitablemente triste que sea él quien se emociona más que nadie cuando el par de nalgas va hacia su rostro y aterriza en sus muslos. Yo trato de evitar la imagen de mí mismo en unos años, casado como él, y emocionándome por algo que sé de una fuente inmejorable -¿qué habrá sido de ella? ¿Seguirá exhibiendose en lugares cada vez peores?- que es tan falso como es costoso.

Mi botella está vacía.

Me he quitado los lentes y he dicho en sorna: "se empañaron" y me hizo reír que las dos muchachas no pudieron evitar salir de su papel y reír a carcajadas por mi comentario. La tensión sexual se reduce drásticamente al efecto de la risa, pero vuelve de inmediato cuando las chicas reanudan su última rutina, agregándole más piel con piel al baile y convirtiendo los escarceos en alegorías crudas de un sexo dónde sólo uno de los contrincantes está desnudo.

Son las 3:00 a.m.

Salimos de la oficina -soy el primero, sin razón- y respiro el aire frío de la calle. Villa se queda detrás, liquidando cuentas con las odaliscas. Vuelvo a pensar en ella y en todas las cosas que me enseñó sobre ella y todas las que comparten su oficio. Siempre empezaba su acto con I love rock and roll. Siempre.

"¿You know what I really love?"- me dijo una vez- "Money".

¿Cómo no respetar a alguien tan genuino?

3 comentarios:

PatitO™ dijo...

Huy cómo sufres. Pobrecito monitor. ¬¬ túpido.

Beam dijo...

un saludo

monitor dijo...

saludo de regreso, maese beam, long time no see.