22 agosto 2008

Melomanía y otros deslices que no padezco.

Ayer, cavilando sobre distintas cuestiones mientras preparaba un arsenal de martinis de chocolate, tomé sin darme cuenta por la difícil ruta de las buenas ideas que no escribí a tiempo y que se volvieron, como la leche que se deja sin refrigerar o los planes económicos neoliberales, en cosas que fueron buenas y ya no sirven para nada.

Entre muchas otras cosas, sobresale el hecho de que nunca, en los cuatro años de existencia de esta bitácora que ahora ustedes leen, me he tomado el tiempo para hablar sobre música. Supongo que podría aducir varias razones, especialmente la mayor y más profunda de que no me interesa imponerle a nadie mis eclécticos gustos musicales, ni me interesa tampoco iniciar la discusión que ya he visto en demasiadas páginas electrónicas sobre si un género es mejor que otro o si uno es basura y otro digno de seres divinos o si blarablá.

Pues bien, resulta que ayer, habiendo terminado los martinis y empezado a fabricar media docena de margaritas -las mejores que han probado sus lenguas- llegó a mi mente aquella somera discusión entre dos buenos amigos sobre lo pusilánime que es el lirismo de los géneros "populares" y el añejo conformismo de aquellos que escriben sus piezas. En concreto: Jamás metería las manos al fuego por una composición musical que basa su fuerza poética en esta estrofa

Caminaba un día por la playa
cuando de pronto
me enamoré.

O qué les parece una maravilla de aliteraciones y fuerte metaforización como:

Uno, dos y tres

¡Tamarindo!

Sin embargo, y para regocijo de mis mejores tiempos, puedo rescatar para ustedes pequeñas cápsulas de idolatría que tampoco pasan de ser viles remiendos linguísticos hechos para acompañar a un beat visceral que, en resumen, le haga a uno experimentar el impulso irrefrenable de entregarse al baile. Verbigracia:

Sacúdelo, nena
Tuércete y grita,
sacude, sacude, sacúdelo, nena

¿Daddy Yankee? ¿Don Omar? ¿Nigga? No, queridos lectores míos, intenten John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr o George Harrison, conocidos juntos como The Beatles. Pero bueno, los cuatro copetudos no están solos en esto, continúo.

Viólame
viólame, amiga
viólame
viólame otra vez

¿Alejandra Guzmán? ¿Lupita D'Alessio? Nope. Kurt Cobain & Co. Los Nirvanos, en sus años mozos, antes de que a Kurt le interesara el sabor de las balas de escopeta.

Es una discusión estéril la de establecer si es naco escuchar banda o si es poser escuchar canciones que ni siquiera sabemos lo que dicen -no se me olvida el hit que fue Tu m'as promis- si al final el punto de la música es que cumpla con un cometido cierto en el momento que se le escucha. Un buen Bach cuando se trata de digerir un libro denso, un sabroso Coldplay cuando se clavan cuadros en una habitación recién pintada, un cachondo Barry White cuando se le hace el amor a esa mujer que realmente hace el amor, y ¿por qué rayos no? un tamborazo de la banda el Recodo en una noche de tequilas con esa bella mujer bien agarrada por la cintura.

Hay tiempo para mucho, que no para todo. Yo no me cansaré de exigir de regreso los 4 minutos de mi tiempo que significó escuchar completo la bazofia de Chacarrón tratando de dilucidar si había palabras en algún idioma, o las catorce veces que escuché forzadamente Aserejé por la imposición maléfica del dj de algún bar, ni las muchas veces que me he tenido que chutar la discografía completa de Valentín Elizalde por vivir a tres casas de un taller mecánico cuyo dueño suele ponerse sentimental las madrugadas de domingo.

Pero mientras Voltaire siga vigente, yo seré un empecinado portador de mi reproductor portátil, los audífonos más potentes que tenga a la mano y una buena dotación de burbujas individuales en donde pueda trasladarme del punto A al punto B sin tener que hacer gárgaras de bilis ante los devaneos musicales del prójimo. Dios bendiga al proceso de individualización del ser humano.

1 comentario:

Char dijo...

La música, uno de esos temas que deberían venir incluidos en el "Manual de Carreño" como temas tabú, generadores de discusión y a veces de golpes... A mí me revienta que me pregunten qué música me gusta, por lo que en el colmo de mi sangronería respondo ¿en orden alfabético?