18 mayo 2006

Hoy es una de esas noches. Sí, de esas. Tú sabes de cuáles. De esas en las que te sientas enfrente del monitor y tratas de decirle algo a alguien, sabiendo que no tienes nada qué decir y que, peor aún, no tienes a quién decírselo. Sin embargo, nada derrota esa soberbia tuya de enfrentarte a la hoja en blanco, que no es en realidad una hoja, y mucho menos está en blanco, a escribir, o juntar letras procurando que formen palabras y esperanzarte en la ilusión de que esas palabras integren ideas, deseando con todas tus fuerzas que esas ideas terminen por fusionar sus membranas y terminen siendo una sola sólida idea mayor.

Estoy atascado. Que lo sepan todos, carajo, estoy atascado en la mitad de una novela que prometía (promete, prometía, conjúgalo como quieras) ser lo mejor de todo cuanto he escrito hasta el momento. Tengo cerca de cincuenta poemas, una veintena de cuentos cortos, uno largo, una novela que jamás terminó de fraguar y que constituye hasta el momento el mayor de mis fracasos y varias historias épicas de las que nunca esperé nada más allá de divertirme, divertir a otros y mantener la mano caliente.

Ahora es distinto. Esta novela realmente significa mucho para mí, no sólo porque es una historia, un estilo que por fin puedo considerar mío, realmente mío, libre de las influencias, los ambientes, incluso de las figuras a las que a pesar de admirar y casi idolatrar, no quiero parecerme. Desde el momento en que terminé el capítulo uno supe que esta era la historia que quería escribir y así avancé por el segundo, tercero, hasta llegar al séptimo. En un momento aleatorio del octavo (llamado, premonitoriamente Heridas) me he quedado sumido en un silencio abrupto, total, espantoso.

Me siento obligado a mencionar, por pura honestidad a mí mismo y a ti, que esta novela no me interesa solamente por lo que pueda significar para mi inexistente carrera de escritor. No lo seré jamás, estoy seguro de ello. Seré quizá alguien que publica algo de vez en cuando, pero nunca tendré la entereza para llamarme a mi mismo y aceptar las pleitesías que recibe un consagrado del arte de las letras. No lo soy. No lo seré. No tengo las tripas que se requieren, no aspiro a tenerlas. Planeo ser un médico excelente, tan buen padre como me permita mi pobre mente y tan buen esposo como me alcance mi maltrecho corazón (ay, snif). Seguiré escribiendo, claro, porque me gusta, lo disfruto y realmente creo en las palabras de Rilke: "Si usted se cree capaz de vivir sin escribir, no escriba". Yo no me considero capaz, lo disfruto demasiado, es un contacto que aprecio mucho conmigo mismo y que no logro alcanzar por ninguna otra forma de introspección.

Encuentro muy relajante el proceso de la escritura. Soy un hombre de rituales. Me agrada el silencio, el café, hacerlo en una computadora y raras, rarísimas veces a mano. Cambio muchísimo unas palabras por otras que según yo fortalecen el ritmo y la métrica de la narrativa. Releo siempre más de tres veces lo que acabo de escribir y generalmente empiezo y termino en el mismo impulso. Quizá por eso me está resultando tan difícil crear una novela, por la extensión que no me permite sacarla de un jalón y ¡venga!¡a otra cosa!.

Decía, sin embargo, que tengo más de un interés en la feliz terminación de la novela, pues tengo la idea muy firme de inscribirla en un certamen que la comisión de cultura de mi estado realiza cada año, ofreciendo como premio la publicación del trabajo ganador (1000 ejemplares) y un jugoso cheque por $40,000.

Por supuesto no voy a tomar el papel de mártir del arte. No soy ningún hada de las letras. Tengo necesidades, deudas qué saldar y un hijo al que quiero dar una linda existencia y mejor educación. Invierto mi tiempo en escribir y espero ser remunerado por ello. Si gano ese certamen, o al menos quedo entre los primeros lugares, lo entenderé como un mensaje celestial de que "vio dios que esto era bueno en gran manera". De lo contrario... Bah, para qué escribir algo aquí, es obvio que pasará una de las dos cosas que ya mencioné.

Por lo pronto a desentumir los dedos y la narrativa. Tengo una historia qué escribir, una vida que debo dejar de vivir por un rato y una lanota qué ganar. Así sea.

1 comentario:

briena dijo...

que asi sea, amen...