12 diciembre 2005

De paralelos, bisectrices y otras rectas inútiles

Si tuviera un centavo por cada vez que he decidido ser una buena persona, tendría 3 centavos.
-Cita escuchada en algún lugar que ya olvidé.

Han de saber, oh caros lectores (sí, ustedes dos) que el que escribe estas líneas tiene ya oficialmente cuatro meses viviendo en Guadalajara, una de las ciudades más bellas de México, enorme como corresponde a su calidad de "área metropolitana", de un clima tan agradable como nosotros los sonorenses sólo somos capaces de soñar y con gente tan amable que a veces a uno se le olvida que el D.F. está a menos de seis horas.
Ayer domingo, mientras regresaba del partido de futbol, comentaba con Gabo y Omar que quizá esta sea la ciudad con más parques del país. Por supuesto no tengo el dato exacto (dudo que ese dato exista) pero vamos, aquí hay, por lo menos en la zona céntrica un parque cada dos cuadras. Saquen cuentas. Además en el meritito corazón de Guanatos, entre la catedral, plaza de armas, rotonda de los hombres ilustres y etcétera, hay por lo menos diez parques en un área de quizá dos kilómetros cuadrados. Esos son muchos parques.
Tristemente, cada parque de esa zona, tiene además de su quiosco, su estatua, sus palomos y su vendedor de jericallas, a uno, dos o diez mendicantes, seres de esos a los que la vida les pasó por encima, metió reversa y luego les patinó hasta que terminó de hacerles cachitos toda alegría de vivirla.
Uno que se pone emotivo a veces (sí, tengo un corazón, aunque no lo uso mucho) tiene que tragar saliva cuando ve a la parejita de ancianos que tocan una guitarra y una armónica en el callejón que lleva a la plaza de armas viniendo por pedro moreno, viéndolos cómo tocan a pesar que apenas pueden tenerse en pie, derrotando a cada segundo la fragilidad ya demasiado evidente de sus cuerpos cansados, la erosión casi audible de sus huesos roídos por el tiempo, la cicatrización de los ojos sin luz de él, las arrugas marchitas que circundan los labios de ella. Pero todo termina de explotar cuando uno los ve terminar su canción, alargar la mano que sostiene un vaso de hieloseco donde habrán de caer una o dos monedas y tomarse la mano para comenzar a caminar. Sí, tomarse de la mano.
Entendamos: Son ancianos, son pobres hasta extremos lastimeros, seguramente están bastante enfermos. Pero están juntos. Se tienen. Y esa mutua pertenencia, les aseguro, no la cambiarían ni por juventud, ni por salud, ni por fortunas inmensas.

He visto muchas cosas que mis ojos de provinciano no habían visto antes.
Lo frívolo: centros comerciales donde encuentras desde un tattoo place hasta un cine de catorce salas, desde un dunkin'donuts hasta una sucursal de radio shack.
Lo extravagante: Sex Shops que incluyen cafetería, servicio de bar, desfiles de pasarela y filmaciones "calientitas" para que te animes a comprar.
Lo beato: templos católicos que llegan a estar a menos de dos cuadras de distancia uno del otro (aunque no hay ciudad mexicana que le haga la competencia a Morelia, hay más iglesias que cantinas, dicen).
Lo económico: Bara, bara, tiendas alrededor de San Juan donde te llevas 5 camisetas por $100, 3 pares de calcetines por $25, un paquete de 4 pilas DuraSel (sic) por $10, 5 tacos y un refresco por $15 (varios microorganismos incluidos sin costo).
Lo variopinto: Punketines de pelos verdes de 40cm de altura (los pelos, no los punketines) con unas botas que pondrían verde a Robocop y tantos aretes en la jeta que me encantaría acercarles un gigantesco imán.
Lo sublime: Gente que te hace mil recomendaciones y te da consejos desinteresados cuando se da cuenta que eres un pueblerino con cara de perro extraviado en plena autopista.
Lo urbano: Un tren ligero, que es lo más parecido que este servidor ha visto al metro, y que va tan rápido que el otro día me bajé antes de subirme (estupidez patrocinada por empresas Gabo).

Y bueno, para los que no están muy enterados, vivo en una casa bastante guapa, en una colonia muy tranquila y bonita bastante cerca de La Minerva (qué chiquita es la Minerva cuando uno ya no tiene 14 años y la ve todos los días). La casa es de dos plantas, tiene ocho recámaras, tres y medio baños (medio significa sin regadera, no crean que tienen que evacuar de aguilita o que el agua se tira por la mitad que falta, neófitos). Tiene cochera que espero utilizar el próximo semestre, tiene un balcón muy agradable para ver amanecer o anochecer, un jardín interior que si estuviera en Sonora sería el punto perfecto para una carne asada; tiene piscina, pero ya tiene un par de años sin usarse porque se rompió una tubería.
La gente que vive en las otras habitaciones me es casi ajena. Verán, yo estoy en casa de nueve de la noche a diez de la mañana, hora que no es precisamente la más adecuada para presentaciones, diálogos y esas cosas. Generalmente estoy encerrado en mi habitación, ya sea escribiendo algo en la computadora, leyendo alguno de los libros que me presta Vidhi o escuchando agradable música. Sin embargo, me he ido enterando del resto de los asistidos que son:
1.-Vidhi, una mujer hindú que andará por los treinta y tantos, pequeña como salario mínimo, pero bastante culta. Vive acá porque está haciendo una maestría en literatura hispanoamericana en la Universidad de Guadalajara. Como ya mencioné, es mi fuente gratuita de literatura.
2.-Alicia, otra otoñal damisela, ciega como un murciélago, que se dedica a la venta de medicina naturista y milita en las filas de la cientología.
3.-Yesenia, una jovenzuela que estudia diseño de modas (gran futuro el suyo<-sarcasmo gratis) gorda como la cartera de Montiel y fea como su reputación.
4.-Nadia o Nidia, quién sabe, que hace de hostess en un restaurant y a la que he visto una vez en mi vida. Su historia me es tan ajena como indiferente, pero sospecho que está bastante pirada y eso me basta para cerrar con seguro en la noche. No quiero despertar y verla con un cuchillo en la mano tratando de abrirme otro ombligo.
5.-Pepe, un tipo que fue rico y que lo perdió todo apostando. Uno de esos infelices cuya historia podría contarse en una novela si no fuera tan reservado y lo viéramos más.

Mi vida en casa se puede resumir con la palabra Ermitaño. No hablo con nadie y trato de que me correspondan en la misma forma. No es ni petulancia ni nada por el estilo, simplemente sé que no congenio con ninguno y no quiero desgastarnos en hipocresías. Cuando mucho nos damos los buenos días /tardes/ noches y ahí te ves.
Intentaré continuar este tema otro día, hoy la idea se difuminó.

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