03 diciembre 2005

dos

Son cerca de las cuatro cuando Julia vuelve a pronunciar palabra. La bocina sigue a medio metro de mi oído, en el naufragio blanco de la almohada de junto, y sin embargo su voz es clara y sus palabras breves:
-Habríamos de ir a ver el mar.
-¿Ahora?- Pregunto por mero formulismo.
-Ayer. Ahora parece demasiado tarde.
-Son las cuatro de la mañana- digo.
-Me gusta el color del mar cuando la luna se va perdiendo- responde- Pero de todos modos el mar que quiero ver no existe.
-¿Quieres que vayamos en la mañana?
Pero Julia calla, porque sabe que esa oración que pareció pregunta lo es cada vez menos. Dos chasquidos y humo: Julia ha encendido un cigarrillo. Huelo el tabaco virgen que empieza a crepitar en el ánima blanca de papel arroz. Siento los dedos ávidos de Julia pasando el cuerpo cilíndrico entre sus cinco dedos. Inhala una bocanada profunda, el humo denso, terroso, atraviesa el vacío de la boca cerrada, acaricia la lengua con un picor ligero, calienta los pulmones y sale en una exhalación abrupta, disipándose entre el edredón y las sábanas limpias.
-Estás fumando.
-No- dice Julia- No me gusta fumar en el cuarto. El olor del humo se queda en el edredón y las sábanas.
-Pues yo me estoy fumando el primero del día- digo en voz muy baja para no despertar al gato.
-Tú ni siquiera fumas- me dice con esa voz de humo y madrugada.
Sonrío antes de responderle: No veo el inconveniente.
El farol de la esquina cubre las cosas de una luz rojiza y lúgubre que contrasta con la coloración azul marina de las nubes. La luna, por su parte, es una plenitud de blanco.
-Es un fraude- digo, pero no estoy seguro de estar diciéndoselo a Julia- Esta madrugada tiene demasiados colores.
-Te lo advertí- responde ? Cierra las ventanas de noche si no quieres más chascos como este.
Ahora el silencio se siente más cercano, más tangible. La madrugada avanza dando tumbos, como una hora torpe, indecisa. Ningún perro afuera husmeando, ningún muerto que yazga sin futuro. Una hora torpe.
-Julia- murmuro. Julia calla ?Hasta mañana.
-Espera- dice por fin la voz de Julia- Aquí estoy. Trataba de escuchar a los grillos.
-¿Los escuchas?
-No. Hoy no vienen, hay luna llena. Se me había olvidado.
-Julia- digo de nuevo, musitando.
-¿Sí?
Aspiro profundamente antes de hablar.
-¿Haremos el amor?
-Tal vez. Pero será de día, en una habitación enteramente blanca, con las ventanas abiertas y un espejo grande. Quiero vernos las caras.
No respondo. En el fondo esperaba que Julia entendiese que esa oración que pareció pregunta lo es cada vez menos.
-Hasta mañana- digo de nuevo, pero esta vez Julia es un eco.

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