Cuando rondaba los once años me enloquecían las pizzerolas, unas frituras totalmente redondas con un supuesto sabor a pizza que se asemejaba a todo menos a eso. Las pizzerolas fueron sacadas del mercado por una supuesta falta a un código de higiene y se terminó la afición. Años después, doritos sacó su modalidad pizzerola, con un sabor casi exactamente igual a aquel de no-pizza que yo amaba, pero ahora en su típica forma triangular. No amé los doritos pizzerolas. ¿Fué porque eran triangulares y ya no redondas?
No. No las amé porque simple y sencillamente las pizzerolas se habían ido y este seudo regreso era un sustituto imperfecto de algo que a mi me había fascinado y ya no podía tener. El lanzamiento al mercado de los doritos verdes fue para mi algo tan irrelevante como si hubieran sacado los nuevos ruffles con sabor a rompope y los rancheritos de frijoles puercos. No me importó. Las he comido, claro, pero nunca con aquella devoción, casi fervor, con la que devoraba bolsita tras bolsita de pizzerolas redondas.
Cuando era niño, vivía junto a una tienda de abarrotes, cuya dueña lo era también de la casa donde vivía con mis padres (era una casa rentada, para los lentos de entendimiento). Todos los días, sin falta, acudía a la tienda de doña Olga, cruzaba el umbral siempre en penumbras y encontraba a su hijo loco sentado en la mecedora de hierro. Alejo, se llamaba. Alejo gritaba a todo pulmón: "¡Hablaaaaan!" y doña Olga acudía, derrotando a sus reumas, hasta su puesto de batalla detrás de la vitrina.
-¿Qué pasó, mangüelito? ¿qué te doy?- me preguntaba doña Olga con su rostro de ternura mal disimulada y detrás de las cataratas que le drenaban la vista. Entonces yo esculcaba afanosamente mis bolsillos y ponía sobre la vitrina de cristal las pocas o muchas monedas que llevaba y hacía la pregunta que toda mi generación hizo alguna vez a un tendero: "¿Para qué me alcanza?"
Doña Olga, de nuevo con su cara de ternura, aquella cara de matrona en desuso, sacaba cajas de dulces, bolsas de bombones o galletas, paquetes de chocolatines y me iba enumerando con paciencia: "Puedes comprar dos duvalines, o un duvalín y un mazapán, o seis coquitas de chicle, o un coco-choco, te puedo dar un flippy o un pipiolo, o te puedo dar todo de lunetas". Casi siempre escogía las lunetas, menos los días en que llevaba desde la puerta de mi casa una idea preconcebiba o un antojo no satisfecho. Me gustaba poner las dos manos juntas, acunadas y recibir en ellas los puños de pequeños chocolates que me llenaban de manchitas de colores los dedos y las palmas y que después podía lamer para limpiar y volver a sentir el dulzor.
Me sentaba en la banqueta de la calle me ponía a comer las lunetas una por una, mirando a la gente pasar, al cartero que repartía sus paquetes casa por casa, montado en una vieja bicicleta caballona, a Maylín que acomodaba su mesita en el pórtico, aquella mesita de hierro en la que vendía pepinos con chile y limón real con polvo picosito y duros y jícama, y a los perros que merodeaban el terreno baldío de la esquina. Los días después de una tormenta eran los mejores, porque había gente con los pies llenos de lodo y charcos en la calle y junto a la banqueta se acumulaba el agua y en las mañanas me sentaba ahí, en el mismo rinconcito de siempre, debajo del algodón, a contemplar mientras comía despacio mis pizzerolas redondas que sabían a todo menos a pizza cómo se movían muy rápido los cibolis. Los cibolis eran renacuajos, pero yo no lo sabía. Tampoco sabía que en poco tiempo iban a volverse ranas o sapos. Para mi los cibolis justificaban su existencia por el hecho de ser redonditos y poder nadar con esa colita larga y afilada con la que se desplazaban en el charco.
Cómo quisiera poder amar los doritos de bolsa verde como amaba las pizzerolas, con la misma inocencia y la misma sensación de completo disfrute de aquellos seis años, de aquellos nueve, incluso de los once, para poder sentarme de nuevo en una banqueta una mañana después de noches de lluvia y contemplar los renacuajos y pensar "son cibolis" y acaso ver una cigarra o dos y recordar a doña Olga y su mirada de inveterada ternura, la forma como se las arreglaba para darme siempre uno o dos dulces de más por mi escasísimo dinero y aquella bicicleta oxidada del cartero y el sabor de los duros con salsa dragón y en general a todo aquello, a los días en que la felicidad estaba en el fondo de un charco, unas manos manchadas de dulce, o en la simple y sencilla forma redonda de una pizzerola.
9 comentarios:
ah la infancia.
que tiempo tan lejano, que simples eran nuestros gustos...
y aun asi desearia volver a esa epoca en la que nada importaba mas que terminar las tareas lo antes posibles y salir a jugar una cascarita, un bote pateado y, en la misma tiendoita de abarrotes en la que todos disfrutamos de las pizzerolas redondas con sabor ano-pizza, las maquinitas.
desearia volver a esa epoca, pero como no podemos... ¿le hacemos la vida dificil a los que aun pueden disfrutarla? es broma
Cool blog, interesting information... Keep it UP pain relief tramadol Gambling internet technology mesotherapy before and after View sonic projector Recipe card freeware Search engine optimization experts switzerland Crossdressers breast enlargement ford dealers Tshirts bussiness concerta er
¿Y te acuerdas de las pizzerolas sabor "Venecia"? Esas me encantaban un montón, pero más tardaron en sacarlas al mercado que quitarlas. Ah, que bellos recuerdos...
Ke rollo bro me encontre con este blog por ke andaba buscando el logo de las p[izzerolas y la neta me kede asi WOOOOOW con la historia me hizo recordar muy buenos tiempos de mi infancia te acuerdas del frutsi de limon? y la neta tambien ke perron que se llama monitor tu blog....por cierto tengo una banda que se llama mopnitor tambien hahaha chekala www.myspace.com/monitor777 hey hay que ponernos en contacto la neta me intereso la forma EN LA KE ESCRIBES BYE.. atte duff - monitor david87_music@hotmail.com
Gracias por magicamente transportarme a una etapa de mi vida que extraño con frecuencia, y la manera en como la describes es tan original y verdadera, que pareciera como que estuviera ahi, aunque ahora somos adultos y disfrutamos otras cosas, esa etapa no traia tantas preocupaciones, y era tan facil ser feliz, que con unas simples pizzerolas eramos felices, a mi en lo personal me gustaban un chingo los fritos sabor a chorizo-chipotle, pero la esencia es la misma. Ah que tiempos.
WUAU !!!!!! LOS FLIPYS !! NO MANCHEES !! NETA KE TU BLOG ME HISO SONREIR DE UNA MANERA KE NOOOO SABES AJAJAJA PADRIIISIMO LAS PIZZEROLAS ERAN MI ADORACIONN PERO MI HERMANO LAS AMABA AUN MAAS ESTA PADRIIIISIMO TU BLOOOG NSERIO :) GRACIAAAS !!!!!!!!!
Alto al sufrimiento.
Está genial tu blog, y nomás te quiero decir que te des una vuelta por el Walmart más cercano, Te JURO que las pizzerolas volvieron.!!
Me avisas cuando las comas va?
Eso es cierto, las Pizzerolas están de regreso!!
No he checado si acá en Puebla ya están, pero un amigo de Guadalajara me trajo unas y pffff saben igualitititas!!
Saludos!
ëste link te puede servir
http://www.heroeslocales.com/bunsen/2009/01/27/las-pizzerolas-han-vuelto/
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