Afirmaciones descabelladas como esa, aparentemente nimias y visiblemente carentes de veracidad (¿quién no ha usado una pluma bic, carajo?), son el pan de cada línea en la narrativa de Hernán Lavín Cerda, menospreciado y quizá ya hasta fallecido escritor chileno al que leí la primera vez por avaricia (es decir, su libro era el más barato del estante y no tenía nada más en mi biblioteca personal). Lavín Cerda es de ese tipo de narradores que alguien llamó "Picapedreros del lenguaje", una mente quisquillosa que discrimina continuamente la elección de sus palabras y el orden de éstas en los enunciados, para no mencionar la colocación de los enunciados en el párrafo y así ad perpetuum ad nauseam.
Nunca he visto una mancha de tinta, no estoy loco, la locura es esa mancha de tinta que nunca he visto.
Jamás he visto una nuez, no estoy loco, la locura es esa nuez que nunca he visto.
Estas dos líneas aperecen en la misma página de Historia de aquel verano en Valparaíso, novela que vale la pena leer si lo que se busca es aprender el arte de la divagación que gira sobre sujetos tan aparentemente planos como un loro llamado Pericles. A pesar de que han pasado ya casi cuatro años desde que las leí, todavía recuerdo la sensación que me produjeron, una especie de momentánea conmoción donde se mezclaba el asombro, el desdén, un éxtasis extraño pero depurado y sobre todo una cierta rabia de que no se me hubiesen ocurrido a mi primero.
Nunca he vuelto a comprar un libro de Lavín Cerda, no estoy loco, la locura es el segundo libro de Lavín Cerda que no he comprado.
2 comentarios:
jajajajaja, bueno pues me gustaria compartir esa locura asi que aprovechar que tengo el libro a la mano para leerlo, jajaja... besos
No, no está muerto aún...
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