12 junio 2008

Notas sueltas.

Decido no sacar el coche y camino bajo unas nubes de verano, de esas delgadas y como en jirones, hasta la parada del ruletero a dos cuadras de mi departamento. El calor es la realidad cotidiana, pero hoy está como amortiguado por un viento fresco del norte y aquellas nubes miserables que flotan con desgana sobre mi cabeza.

Hay un equilibrio tranquilo en mi estómago y una claridad distinta en mi cabeza que me hacen pensar que estos días de alimentarme bien han sido una estupenda idea y que eso de imponerle mi ritmo al otro ritmo que la ciudad trata de imponerme a mí no era a fin de cuentas tan difícil. La relación causa-consecuencia va explicándose despacio y con docenas de ejemplos en mi mente mientras sigo caminando. Recuerdo sin que venga mucho a cuento otras docenas: las veces que me he quedado de una pieza en autobuses de la misma ruta que ahora espero en la parada, al descubrir rostros de mujeres anónimas, una cierta mirada, una vaga sonrisa, y he recuperado la fé en el amor a primera vista.

Era más joven y también mucho más ingenuo. Pero también era mucho más complicado ser feliz. La vida, sus vaivenes, sus mordidas y las patadas a traición en callejones oscuros, sólo van llevándolo a uno al descubrimiento de una paz interna basada mucho más en las pequeñas sorpresas que en los grandes sobresaltos.


La lluvia lenta recobra su jerarquía en las nostalgias y va dejando de ser un inconveniente en los traslados para volver a ser la escenografía adecuada de una caminata en inmejorable compañía. Una canción en especial va destacando sobre todas las otras para esa siempre mutante banda sonora que conforma la musicalización de nuestra vida diaria y nuestras ilusiones equidistantes. Una mirada -aquella mirada tan lejana- se vuelve tan grande, tan colosal, como lo han sido todos los primeros besos de la historia.

Y así uno recobra el optimismo y los días dejan de ser un martirio, una inacabable prolongación de la tortura, una repetición monótona de cosas y personas y vuelven, por fin, a ser sólo días. Así es el ciclo. Así es la vida. Ojalá nunca tuviéramos que perderlo de vista.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso de a veces no usar el coche y rondar caminando o en camiones urbanos,me deja siempre con una sonrisita nostálgica. No sé, será que uno al no ir concentrado en manejar empieza a divagar y a recordar. Es lindo, mientras dure, hay que disfrutarlo.
Saludos!

monitor dijo...

Siempre está el plus de poder echarse un librito en el ruletero, aunque a veces se termine uno pasando unas diez cuadras de su destino, jeje.

Saludos y gracias por la visita!

Char dijo...

¿Por qué, a pesar de que cuando uno era joven y más ingenuo era tan difícil ser feliz? Todavía no descubro muy bien porqué, lo que sí sé es que conforme pasan los años uno se siente más cómodo con quien es uno, aprendes a esperar lo que se puede esperar de la gente y nada más, te haces la vida más fácil... lo malo es que ya no es uno tan joven ni tan ingenuo, ni modo, unas por otras.

monitor dijo...

Lo leí en un baño público de gasolinera hace mucho tiempo:
"La experiencia es un boleto ganador de lotería comprado después del sorteo".

Supongo que se aplica para el caso. ¡Saludos!

PatitO™ dijo...

Ahhhh qué hacias en un baño público... y como plus de gasolineraaaa!!! Ahh que super miedooo!!! iack!!!

DorothY dijo...

tengo perfectamente bien entendido q no se me da el habito de filosofar :S pero me encanto buena interpretacion, ademas me alegra q vuelvas a creer en el amor a primera vista ♀♂ o poderte enamorar de unos bellos ojos o por que no una hermosa sonrisa...saludos!!!