Es triste cuando uno se involucra en un proyecto emocionado por todo lo que este encierra y promete y luego resulta que ese proyecto no es tan distinto, innovador y sólido como uno pensaba y de repente uno se despierta en la perspectiva de dejar el barco que se hunde, como las siempre listas ratas, o hundirse junto con él, como los siempre éticos y muertos capitanes.
En lo personal, me he dejado ahogar en un par de proyectos -uno político y otro empresarial- y en ninguno de los dos casos me ha resultado satisfactorio ni he experimentado jamás el placer de haber cumplido con mi deber yéndome al vacío junto a mi equipo de trabajo. Me parece mucho muy injusto ser el oráculo delfiano que les avisa a tiempo y con todos los argumentos del mundo que su proyecto se está yendo a pique por el conjunto de decisiones estúpidas y totalmente predecibles que se toman y ser ignorado como si uno fuera nuevo en estos lances o de plano fuera un lego cuya opinión se basara en la intuición y no en la experiencia. Y, vamos, no es que sea yo un viejo sabio de los montes Klama Hama, pero sí de algo me enorgullezco es de no hablar a lo baboso sobre temas que ignoro, sino de opinar y entrarle al futurismo únicamente de los tópicos que domino al dedillo y que, aunque son pocos, sé que conozco de pé a pá.
Comentaba hace un par de días con mi amado monstruo, que tengo un par de ofertas de trabajo, una local y una foránea, ambas atractivas -una más que la otra, por razones difíciles- y que me siento un poco reacio a tomar alguna de las dos por el entusiasmo con el que empecé el proyecto en el que estoy actualmente metido. No es sólo el bar, sino todo lo que significa su existencia, el equipo de trabajo, la mística, caray, el sinfín de cosas. Hay programadas dos expansiones para principios del próximo año y estoy involucrado en las dos, hay por ahí una oferta para volverme accionista, hay razones de sobra para quedarme, pero también están surgiendo, desde hace casi una semana, abundantes razones para dar la media vuelta y cambiar de aires.
Y la verdad es que no sé qué hacer. Siento que mi ciclo aún no se cierra aquí, siento como si esperara algo antes de tomar mi decisión antes de que sea la decisión la que me tome a mí y no sé qué es eso que espero ni cuánto tiempo voy a esperarlo antes de desesperarlo.
Independientemente de lo que ya dije -es decir, cambiando bruscamente de tema- Quiero decir al público en general, pero muy en particular a dos personas, que ellas mejor que nadie saben quiénes son, que cuando uno hace un trato y lo firma con lágrimas y sangre, es un trato que se respetará hasta la muerte o hasta que haya pacto en contrario. Una de ustedes lo vulneró y yo, a pesar de ser un desgraciado reformado que recuerda muy bien la mecánica de la venganza, no puedo ni quiero hacer nada distinto de reírme de ti. La vida se está encargando de ponerte en tu lugar.
Bueno, gente, a este servidor le quedan 72 horas para tomar una decisión prácticamente definitiva sobre el futuro. ¿Panditas de goma o chispas de chocolate?
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