Desperté a las cuatro de la mañana (y el silencio no supo a ti, nunca ha sabido así, el silencio sabe como a piel de durazno con un par de horas fuera del refrigerador, sumergido por algunos segundos en jugo de naranja y masticado aprisa) para no encontrarte. Volví a dormir y desperté de nuevo casi a las once, aburrido por una resaca resultado de algunas León y mucha carne asada y salchichas alemanas, porque sonaba el timbre.
El arquitecto con el que trabajo en un proyecto nuevo vino a mostrarme bocetos y hablar un poco de nuevas oportunidades en el medio editorial. Me dio un recado que encontró en la puerta del departamento: un repartidor de paquetería aprovechó el panfleto de una iglesia cristiana para comunicarme que tenía un paquete a mi nombre y que, en vista de que nomás no pensaba estar presente alguna vez en mi casa, optaría por dejarlo en sus oficinas y esperar a que yo pasara por él.
Fuimos hasta las oficinas tras la charla -provechosa charla- sólo para encontrarnos con la noticia de que los repartidores no habían vuelto de la ruta y por tanto los paquetes no estarían disponibles para su retiro sino hasta las dos de la tarde. No quisieron -o pudieron- darme el nombre del remitente, sólo una compañía: Autobuses de La Piedad.
Sólo estuve en Michoacán una vez, hace cuatro años, y no creo haber olvidado nada. No dejé nostalgias ni recuerdos inacabados en ninguna de las tres ciudades que visité. Me quedé con una imagen fabulosa del lago de Pátzcuaro visto desde lo más alto de la isla de Janitzio, el sabor del pescado blanco con tortillas negras y la charanda con jugo de piña y naranja en ollitas de barro. Pero no dejé ningún amigo o alguien que pudiera pensar en enviarme un paquete. Así que no tengo idea de quién me lo envía, y siendo tan naturalmente curioso como soy, confieso que estoy intrigado y que no he podido concentrarme al 100% en las cosas que he hecho el resto del día porque vienen a mi mente posibilidades que descarto y reconsidero al mismo ritmo con que tomo y recibo llamadas y resuelvo pendientes del día.
Obviamente me encantaría que el paquete fuera de ella, pero ella, como sabemos, no es michoacana. Si lo fuera vendería paletas y aguas frescas. Lo único que sé es que es un sobre y que por lo tanto debe contener:
a) Una carta -que espero sea misteriosa y aterradora.
b) Documentos -que espero me hagan heredero de una fortuna de algún magnate remotamente emparentado conmigo.
c) Tarjetas postales -que no necesitan sobre para enviarse y son, por tanto, una opción estúpida.
d) Dinero en efectivo -el cual espero en billetes no seriados y de baja denominación.
Volveré a las 3 en punto a ver qué pasa con ese paquete. Es divertido, hace mucho tiempo no estaba intrigado.
1 comentario:
e) Ninguna de las anteriores.
Ehhh!!! Momento!!!
f) Las paletas y las aguas frescas.
Publicar un comentario