Por estos días cumplí tres años desde aquel lejano junio en que por primera vez preparé un trago profesionalmente. Me imagino que no ha cambiado mucho el oficio en tres tristes años de ejercerlo más o menos constantemente. He sido bartender en lugares bastante distintos, desde un antro en Guadalajara -trabajo del cual nunca nadie supo, no sé por qué-, un restaurant gringo en Tijuana, un par de bares en Hermosillo, un lugar de vinos y comida mediterránea, luego otro antro y así. Por supuesto del giro depende generalmente el ambiente y muchas otras cosas derivadas: Las conversaciones con la clientela, el tipo de tragos que se preparan con mayor frecuencia, la vestimenta, el estrés y obviamente las ganancias del día.
En realidad me gusta mucho ser bartender. Es curioso, porque fui mesero mucho tiempo en intervalos más o menos largos y a pesar de que tenía mucho contacto con otros bartender, la barra no me llamaba la atención. En realidad creo que no me había dado cuenta de la mística, o de la economía, o no sé, simplemente no me llamaba. Fue necesario pasar casi seis años atendiendo a la gente en las mesas, hartarme totalmente del trato consuetudinario con latosos caprichosos inseguros indecisos remilgosos clientes, que decidí esconderme detrás de la barra y tratar mejor con meseros y borrachines. Y me ha ido bien.
El bar es una institución caprichosa y exigente. Es muy competitiva y difícilmente un bartender comparte sus secretos con otro que no pertenezca a su misma barra y al que generalmente se adopta como a un alumno distinguido. Casi todos desarrollamos tragos personales y les ponemos nombres que nos da la gana y por supuesto no prestamos la receta más que al padwan en turno. El mío se llama transistor y es una fresca mezcla de...
Les decía. Todo esto viene a colación porque en días pasados el periódico "grande" del estado sacó un póster con un top ten de bartenders en la capital y se me hizo muy curioso ser incluído. No creo ser un tipo muy conocido, ni tampoco especialmente espectacular para el "flare". Pero el caso es que me incluyeron y eso, aunque vano, me hizo sentir bien. Les digo, los bartender somos competitivos, y eso en cierta forma es un aliciente que me hace pensar que hago bien un trabajo que aunque no es el más prestigioso del mundo, paga las cuentas y es divertido.
Bueno, la verdad es eso y que hoy no tenía ganas de postear.
2 comentarios:
Oye, desde la semana pasada que leì el post me puse a pensar còmo era posible que alguien abstemio sea bartender, ¿cómo aguantas a los borrachos? ¿cómo inventas una bebida? Nada, que me parece muy extraño.
No aguanto a los borrachos, tan pronto uno se pone necio se va al carajo, pero rapidito. Y en cuanto a los tragos, es más sencillo saber si un trago es bueno, sí me gusta a pesar de no ser bebedor, debe serlo.
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