01 octubre 2004

La banca.

Yo llegué primero, eran las siete y cincuenta y cinco minutos de la mañana del viernes. Puse las piernas estilo pretzel y abrí el volumen de Rayuela que tengo dos semanas tratando de terminar y que, lo descubrí el martes, tiene poder de convocatoria (nomás lo abro y llega alguien). Esta vez fue Chino. Traía un morral atosigado de cuadernos viejos, rotos y rara vez abiertos y una réplica quemazónica de Up de Peter Gabriel para prestármela.
Chino, ustedes no lo saben, es un cabrón al que le gusta el desmadre, la peda, y sobre todo la mota en cantidades generosas y rozagantes. Como obvia consecuencia de ese ir y venir de sustancias naturalmente neurohomicidas, Chino no tiene una memoria prodigiosa, es más bien uno de esos compas a los que tienes que recordarle del comentario curado que él mismo se aventó en la peda del fin de semana y que probablemente al escucharlo reirá de buena gana de su propia ocurrencia. Sin embargo hace casi un mes yo mencioné, sólo casualmente que cuando estaba morro (13 o 14 años) disfrutaba viajera y pachecamente los videos buenísima onda de P.Gabriel, aquellos fumados clips como Sledge Hammer, en los que podías ver a PG polimorfizarse de montón de frutas a pavo crudo a prisma brillante a animal marino, todo esto sobre un fondo caleidoscópico de formas aleatorias y ópticoidiotizantes. Después del comentario casual varios de los compas de La Banca remembraron sus propios viajes de videos antiquísimos (entre estos Tool y Gwar fueron una alternativa recurrente) que en aquella cuasiolvidada pubertad dieron rienda suelta a un malentendido sentimiento de que el rocanrol se aprendía viendo el mtv gringo y poniendo posters tamaño familiar en tu cuarto, para horror de tus progenitores y el resto de la familia. En medio de todo aquel entresijo de frases pronunciadas al unísono, creo que dije: "Qué habrá pasado con el wey este (o sea PG)" y ahora, mes después, llega Chino, saca el cd y me dice: "Mire, aquí está lo que hizo después, chéquelo y si le gusta lo quemamos del original". Buen tipo este Chino.
Encendía el primer cigarrillo cuando apareció Buffon en uno de los pasillos, caminando con ese estilo suyo de aparente falta de ruta, cigarrillo apagado en la boca, portafolio apretado en la mano izquierda. Llegó a la banca para encender su cigarrillo con el fuego del Chino. Luego comenzamos la plática. Siempre es difícil recordar todo lo que se habla una mañana en la banca, la conversación siempre comienza y fluye, se interrumpe el par de segundos en que nos levantamos para ir por el café (hoy cortesía de Buffon porque a mi se me olvidó la cartera y el Chino pues...) y luego continúa por una o dos horas sin que el tiempo parezca alterar la predisposición a acotar, a corregir, o a simplemente esbozar una sonrisa ante una nostalgia atravesada por un Mazinger Z, una soda en bolsa a los 9 años, unas pizzerolas de las deadeveras o una película del santo.
En algún momento entre esas nostalgias llega el Fabio, mano en el bolsillo, una leyenda en el pecho "Jesus play mi guitar" y un comentario que invariablemente empieza con "Watcha". A veces (o sea todos los días menos el denmedio) llega Helvetiella a ponerle el estrógeno neecsario a la conversación, el toque femenino que se abstiene de ser tierno o superficial por pura y celestial francachela de esa rubia de 180 de alzada que no le tiene miedo a morderse la lengua ni a soltar así, como si tal cosa, uno de esos secretos "nomás de viejas". Luego todo es un amasijo de comentarios para acá y para allá, de pronto la carcajada general, el dolor de estómago mezcla de risa y café en ayunas y un chingo de tabaco, una sugerencia pendeja como jugar al turista de prendas o aventarse una hora de master show sin guacarear, pero todo se va, fluye hasta las diez de la mañana y uno por uno comienzan a irse. Se va Helvetiella al despacho, se va Fabio al Juzgado, se va Buffon al Yang Tse, se va Chino a su clase a la que no sabe faltar, se va Rayuela a la mochila, otra vez inacabado, me voy yo a mi vida de siempre y nadie queda ahí para seguirse metiendo hasta el cuello en ese dejar de amargarse tantito, nomás las dos horas en las que nos vale madre y hablamos pendejadas, en las que resistimos, ya como patadas de ahogado, la petición de seriedad y responsabilidad que se nos impone cada vez más fuerte.
Volteo antes de irme por completo y veo La Banca vacía, un vasito de hieloseco con el último rastro de café. Se ve exactamente igual ahora que en el momento que llegué. Pienso: A esa banca de plano nunca va a dejar de valerle madre.
Qué envidia.

1 comentario:

Guffo Caballero dijo...

Está muy con madre tu blog, compadre, jajaja. Te estaré visitando a ver con que mamadas nuevas sales. Saludos desde Monterrey, el pinche pueblote jodido que se cree ciudad europea de primermundo. Ajúa!!!